viernes, 11 de febrero de 2011

Érase unos veranos

En el episodio de hoy, el abuelo cebolleta (que es lo que parezco de tanto contar batallitas del pasado) os va a hablar sobre mis veranos universitarios.

Desde pequeñito y, supongo que por mi dificultad a la hora de hacer amigos, mis padres me mandaban siempre de campamento, aunque cada vez a sitios distintos y con empresas, monitores y compañeros distintos.

Después de tantos años, era lógico que me picase el gusanillo y así fue como en el verano entre 1º y 2º de carrera, decidí sacarme el título de monitor de tiempo libre. Para hacerlo, me fui 15 días a un campamento para futuros monitores. Ese verano, quitando esos 15 días, lo pasé con mi amiga LA, porque nos apuntamos a una autoescuela de un familiar suyo (todavía a día de hoy no estoy seguro de quién de todo el personal era su pariente, ni de qué grado de parentesco les une) en Santander, así que nuestro día a día era coger el autobús por la mañana para ir del pueblo a Santander, ir a la autoescuela, ir a la playa y comer por allí, vuelta a la autoescuela y vuelta al pueblo. Finalmente aprobamos el teórico el día después de que unos aviones se estrellasen contra unos edificios muy altos de allende los mares y los tirasen abajo.

El verano de 2º fue en el que estrené el título de monitor que me había sacado el año anterior. Para julio no tenía nada previsto, mis planes eran para Agosto, para trabajar como monitor de chavales con deficiencia psíquica. Una llamada el 30 de junio por la noche, preguntándome que si tenía algo que hacer en el próximo mes, trastocó los planes. Tuve toda la mañana para buscar y preparar las cosas para el campamento, esas cosas que siempre están tan a mano como el saco de dormir, la esterilla, cantimplora... y a las 3 de la tarde estaba como un clavo en el aparcamiento del campo de fútbol del Sardinero para coger el mismo autobús que los chavales y presentarme allí sin conocer a ninguno de mis compañeros. Durante el viaje los críos me preguntaban cosas sobre el campamento y yo tenía que disimular para que no se notase que no tenía ni puñetera idea. A la llegada resultó que el campamento era de temática medieval así que nada más llegar me secuestraron mis compañeros, me pusieron unos ropajes como de caballero del rey Arturo y comenzó una representación durante la cual por lo bajo se me iban presentando.

Mi llegada fue un auténtico cuadro, después ya con más calma hicimos las presentaciones y me explicaron que habían tenido una baja de última hora de un monitor que se había lesionado montando el campamento y un compañero del curso de monitores del año anterior que vendría a trabajar en la 2ª quincena les había dado mi teléfono. Ese mes me lo pasé genial en las dos quincenas que estuve allí. El siguiente un poco menos, porque tuve otros dos campamentos pero con chavales (al menos cuando firmé el contrato, luego resultó que podían ser mis padres) con deficiencia psíquica y eso es bastante duro, desde entonces valoro más a los cuidadores y voluntarios de estas asociaciones.

El verano de 3º fue un auténtico desfase. Por primera vez no me había quedado ninguna para septiembre, así que tenía todo el verano para disfrutar. Comenzó con un viaje a Madrid, con mi compañero de clase y de equipo D y sus amigos. El viaje era para conocer el parque de la Warner que acababan de inaugurar y es que a mi me flipan desde siempre todo esto de las atracciones y montañas rusas y por el norte no tenemos de estas cosas.

Después me fui en julio de monitor a un campamento de la empresa con la que me saqué el título. En esta empresa también había voluntarios de un programa de intercambio europeo o algo así, y me empecé a llevar genial con ellos, así que el mes de agosto me lo pasé con ellos de fiesta en fiesta por España. Yo parecía un guiri más. En las fiestas de Bilbao nos lo pasamos especialmente bien, con mis amigos de allí y quedándonos en el piso que yo acababa de dejar, gracias a la casera tan maja que tenía. También estuve otros 15 días como monitor en otro campamento de la asociación de disminuidos psíquicos, donde volví a confirmar que aquello no era lo mío y decidí no renovar más el contrato.

En el verano de 4º se acabaron los campamentos, porque me lo pasé entero trabajando ya en lo mío, en una empresa de informática de Santander, para hacer las prácticas de la carrera. Ese fue el verano en el que descubrí el amor. Por la mañana curraba con mi compañero de piso Dani y por la tarde a la playita con mi primer novio A, pero eso se merece un apartado especial, más adelante quizás. Ese año A y yo estuvimos un fin de semana en las fiestas de Bilbao y con mis amigos de siempre M y LA, nos fuimos otro fin de semana a los Sanfermines, a dormir literalmente debajo de un puente. Yo recuerdo ese viaje como toda una aventura y personalmente me lo pasé genial. Mis amigos no piensan lo mismo.
LA estaba saliendo con su novio madrileño JL y nos juntamos con él y sus amigos que nos hicieron de anfitriones de las fiestas, porque llevaban ya toda la semana allí. En ese momento su relación estaba fatal y lo estuvieron dejando y volviendo durante todo el finde, con los consiguientes berrinches de LA, que mayoritariamente se los tragó M. Mientras tanto yo estaba de juerga con los amigos de su novio (o ex depende del momento), que me cayeron genial. El problema también cuando lo dejaban era que nos tocaba recoger los petates, que los guardábamos en el coche de JL y marcharnos hasta la estación de autobuses donde nos cambiaron los billetes no sé ni cuantas veces. Al final aguantamos todo el finde allí, a LA le desapareció el móvil. A M lo perdimos una noche entera y yo incluso me atreví a correr (muuuuuy lejos de los toros) uno de los encierros.

El verano se iba acabando, el amor también (el mío con A y poco después el de LA y JL, ya definitivamente) y llegó septiembre con los exámenes. Creo que es la vez que más he tenido que estudiar para septiembre y que, aún así, más asignaturas volví a suspender.

El verano de 5º fue el del fin de las aventuras universitarias. Estuvimos trabajando en la universidad, gracias a una beca, el mes de julio. En agosto nos fuimos a Japón como premio al proyecto fin de carrera. Un viaje de lujo con todos los gastos pagados, que gozada oiga. Y a la vuelta a buscar trabajo. Hasta que lo encontré y en una ciudad nueva para mí, pero eso ya es otra historia.

CONTINUARÁ...

4 comentarios:

  1. Los veranos de estudiante yo los recuerdo practicamente todos estudiando, asi que poca leche de divertimentos,pero cuando ya empecé a trabajar, dedicaba 15 días de mis vacaciones a irme de campamento tbm como monitor.Fue una epoca bonita, aunque he de reconocer que no se si volvería a entregar tanto.

    Un beso cielo

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  2. Anda, otro monitor por aquí. Yo lo hacía por gusto y por la pasta, claro y volvería a repetir sin pensarlo, aunque eso sí, es agotador.

    Besos.

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  3. Corriendo en los san fermines y todo xDDDDD

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  4. Bueno correr los San Fermines creo que es otra cosa distinta a lo que yo hice. Lo mío era más bien ¡¡¡abrir las puertas de la plaza, que quiero entrar antes que salgan los bichos!!!

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