martes, 1 de febrero de 2011

Érase un nacimiento

Aunque muy poca gente lo sabe, nací en el centro de Bilbao por accidente, porque se vé que tenía prisa por llegar al mundo y mi madre se estaba ganando las lentejas allí. Eran otros tiempos (el año de Naranjito) y la autovía Bilbao - Santander todavía no debía estar ni en proyecto. La verdad es que las comunicaciones entre Cantabria y cualquier punto de la geografía siempre han sido horribles, aunque parece que por fin se van poniendo las pilas... pero eso es tema para otra entrada, que me disperso. 

Estábamos en que mi culo (porque alguien como yo, lógicamente tenía que venir de culo) ya casi estaba asomando y mi padre estaba empeñado en que se llevasen a mi madre como fuese hasta su Santander natal, pero claro los médicos lo desaconsejaron totalmente y yo nací, cesárea mediante, en Las Vascongadas. La verdad es que nunca le he preguntado a mi padre por qué no quería un hijo vasco, pero al final se medio-salió con la suya, porque gracias a conocidos varios, lo pudieron apañar para que en todas partes figure Santander como mi lugar de nacimiento. 

A mi nunca me contaron esta historia hasta que, casualidades de la vida, les dije que quería ir a estudiar la carrera a Bilbao. ¿Será que realmente a uno le tira su tierra? Sinceramente, no lo creo, porque yo considero que mi tierra es Cantabria (Infinita, como dicen ahora los spots de turismo). Vamos, que soy de la opinión de que la vaca es de donde pace, no de donde nace. 

En concreto yo pací (creo que se dice así) en un pueblo cercano a Santander, que gracias a la burbuja inmobiliaria, ahora se ha convertido en su ciudad dormitorio. Mis padres vivían en rompan filas (luego con los años ya las romperían del todo, pero eso lo dejo para más adelante) y sólo se veían en los fines de semana. Entre semana mi padre trabajaba en Santander, mi madre en Bilbao y yo crecía (y vaya si lo hice) a la vera de mis abuelos, en el pueblo. Creo que ahora a eso se le llamaría una familia desestructurada, pero sólo entre semana, porque los fines de semana nos juntábamos los 3, a ser felices y comer perdices, en el pisito familiar de Santander, hasta que lo vendieron. 

CONTINUARÁ...

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