La verdad es que en el arranque del blog parezco más el narrador de la serie Cuéntame, que un bloggero del 2011, pero nada, de momento seguimos con la historia antigua. Hoy en concreto os hablaré de mi grupo de amigos y es que en vez de cuadrilla (como se estila por el norte), nosotros nos llamábamos EL GRUPO, que desde fuera suena a secta que tira para atrás, pero allí que me metí yo sin pensarlo.
Como anticipé en el post anterior, en bachillerato me reencontré con mi antigua compañera del cole, de la otra clase, LB (No son sus iniciales, bueno la L sí, la B es un adjetivo calificativo). Un viernes que yo no tenía plan, me dijo en clase que por qué no me iba con ella y sus amigos después de entrenar, a tomar algo y sin pensarlo, acepté.
Como ya he comentado, tenía varios compañeros del equipo de balonmano, de los mayores, que estaban en el grupo, así que cuando terminamos de entrenar y estábamos en las duchas, ellos estaban comentando lo que iban a hacer esa noche y allí les solté que esta noche me iba con ellos, que me había invitado LB.
Debíamos haber empezado la temporada ya, porque me suena que el grupo había venido a vernos a algún partido, por lo que por lo menos de vista nos conocíamos casi todos. Esa noche cuando salimos del vestuario nos estaban esperando las chicas del grupo en la puerta y cuando me vieron salir con ellos, pude oir perfectamente cómo una de las chicas le decía a LB "Ah, era este el que se venía, pues vaya". Creo que hasta hoy no le había dicho nada a nadie sobre el comentario, pero vamos, que empezaba bien la noche, valiente arpía.
A diferencia de mis amigos anteriores, con los que íbamos al cine y a las recreativas, estos eran más mayores y ya la primera noche, el plan fue ir a beber, pero no a cualquier sitio. En el pueblo, por aquel entonces empezaba tímidamente lo que luego se pasó a conocer como botellón, aunque en Cantabria le seguimos diciendo "ir de litros". A parte de eso, también había algunos bares de moda entre la juventud, que se caracterizaban por vender alcohol (básicamente kalimotxo o cerveceza) en recipientes industriales (allí se llaman katxis, en Madrid minis) y acompañarlos de dados para jugar a juegos de beber (el kinito, sobre todo, o la versión más simple "El señor del 3"). Pero como digo, el grupo era raro en todo y no iba a ninguno de estos dos sitios. Nosotros íbamos al típico bar de viejos y ocupábamos en exclusiva toda su parte superior. Excepto los días que había partido, porque era arriba donde estaba la tele.
En la bebida tampoco éramos como los demás, porque nosotros en vez de tomarnos cerveza o kalimotxo, nos tomábamos exóticas combinaciones de refreso y licor ideadas por nosotros mismos, ahora eso sí, el tamaño era el mismo: katxi/mini.
La primera noche, en ese bar me reencontré (aunque brevemente, porque se fue muy pronto) con mi amor platónico del cole N. Y con mucha gente a la que me presentaron y con gente que fue llegando en esa noche y en noches, meses y años sucesivos.
El grupo estaba formado por chicos y chicas, cosa rarísima por el norte, todavía hoy en día. Con el tiempo fuimos cambiando el bar de viejos por las discotecas de pueblos vecinos y no tan vecinos, menudas peregrinaciones que nos marcábamos en tren. Incluso íbamos a la discoteca el domingo, a Solares, el pueblo del agua embotellada. Ahora eso sí, había que coger el tren de vuelta de las 22:30 para llegar a las 23 a casa como clavos, que al día siguiente había que ir al instituto. Y encima había que aparentar durante la cena no haber ingerido ni gota de alcohol, cosa más complicada unos días que otros.
El grupo iba creciendo por momentos, unos llegaban (como amigos de amigos) y otros desaparecían (normalmente tras haber acabado como el rosario de la aurora con algún otro miembro/a). Los ligues y primeros folleteos estaban a la orden del día, menos para un servidor, que ya empezaba a tener claro que eso no era lo suyo.
Para esto de los emparejamientos y, sobretodo, de los folleteos, jugó un papel muy importante el local que el ayuntamiento nos había cedido, porque supuestamente nos constituimos como escuela de teatro. Oficialmente era la casa de cultura, para nosotros era el follódromo. Todo un lujo, teníamos la primera planta entera de un antiguo chalet que se había quedado en mitad de un parque (sin vecinos) y que los fines de semana ninguna otra asociación utilizaba. Si esas paredes hablasen!!!
Allí eran frecuentes las fiestas con bebercio, musicota y desfase hormonal. No sé muy bien cómo, creo que como atrezo para funciones de teatro que nunca se llegaron a estrenar, pero allí acabó habiendo una camilla de hospital, varias butacas y sofás y el no va más, una cama. Creo que todavía hoy debe haber riesgo de embarazo con sólo sentarse en ella XD
Pero todo tiene un fin y con el nacimiento de parejas más o menos formales (sólo una de ellas dura hoy en día) y broncas entre las parejas que cortaban (casi todas) la cosa se fue desvaneciendo y a día de hoy, de aquel grupo, quedamos como amigos: las niñas del cole LB y N, otra amiga a la que llamaremos LA (comparte L con la anterior, por eso los adjetivos) y los maricas M, JF y yo, porque sí, en aquel grupo que tenía de todo, también había gays, pero todos bien a fondo en el armario, aunque eso lo dejaremos para otro relato.
CONTINUARÁ...
Da gusto el aprovechamiento de los recursos publicos, jaja de resca a clase con 15 años y a follar en el taller de teatro, jajaja. Eso es fomento de la natalidad y el resto milongas!!!
ResponderEliminarEs lo que tienen los pueblos pequeños, que con que conozcas al concejal de turno, pues ya tienes a tu disposición los recursos públicos.
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