- 6:50 Suena el despertador y a lavarme la cara para espabilar y vestirme para bajar al gimnasio.
- 7:00 Una horita de gimnasio, a ver si consigo recuperar la figura con la que llegué a esta ciudad.
- 8:00 Ducha reparadora, afeitado y a vestirse. Beso de despedida para ÉL que se queda durmiendo.
- 8:30 Arranco la moto
- 9:15 Llego al trabajo. Vivo al sur de Madrid y trabajo casi en la sierra norte, así que tardo 45 minutos en ir y otros tantos en volver y eso que voy en moto.
- 11:00 Café de la mañana con los compañeros en el office de mi planta
- 13:00 A calentar el tupperware al microondas con el resto de compañeros que se traen la comida de casa
- 13:20 Bajamos al comedor
- 14:00 Subimos a por un café
- 14:20 Vuelta al trabajo
- 18:30 Salgo del maravilloso edificio inteligente en el que trabajo, más de 9 horas después de haber entrado.
- 19:15 Guardo la moto en el garaje de casa
- 19:20 Preparo la comida para el día siguiente, la cena y hago tareas varias de la casa
- 21:00 Llega ÉL a casa
- 21:30 Cenamos
- 22:00 Sesión de Series/TV/Cine
- 23:30 A la cama
lunes, 28 de febrero de 2011
Érase una rutina
Hoy es lunes, hay que decir adiós al fin de semana y volver al día a día. Hay que ver lo mala que es la rutina y lo peor es que todos solemos tener una. Esta es la mía:
viernes, 25 de febrero de 2011
La idea para la entrada de hoy se la debo a Z. Hoy voy a hablar de futuro, pero tranquilos, que no me voy a poner la túnica (ni los tangas) de Rappel.
Terminé la entrada del otro día diciendo que a ÉL sus padres le han comprado un piso. Bueno, en realidad no se lo han regalado 100%, lo que han hecho ha sido pagar la entrada y se han comprometido a pagar las reformas e ir pagando la hipoteca hasta que el niño acabe la carrera y se ponga a trabajar (Aunque no acabo yo de ver que eso pueda suceder). Es lo que tiene el ser hijo único, mis padres hicieron algo parecido por mí hace algunos años.
Desde el principìo este "regalo" no me lo tomé muy bien. Yo en su día me marché de casa, en parte (aunque sea una parte muy pequeña), por no tener que aguantar que se metieran en mi vida y ahora me vienen los suegros (que ni siquiera saben que lo son) con éstas.
Igual es una tontería, pero es la primera vez que vamos a vivir en un piso "propio", hasta ahora siempre ha sido de alquiler y a mi que me gusta la decoración (para un tópico que se cumple en mi caso...), el bricolaje y esas cosas, me apetece hacerlo a mi (o nuestro) gusto. Pero claro, no me veo con la autoridad para poder decirle a mis suegros cómo se tienen que hacer las cosas: reforma, muebles, decoración,...
Y en esas estamos, aunque de momento, cuando le digo a ÉL lo que me gustaría hacer en el piso, me dice que coincide totalmente con lo que le dicen sus padres. Esperemos que la cosa siga igual, aunque la situación no es cómoda. Hasta el momento, por lo menos ya saben que me voy a ir a vivir allí con su hijo, aunque no tengo ni idea de en qué condición piensan que voy. Que ganas tengo de que ÉL salga del armario, para comprobar por dónde van los tiros en su casa.
A parte del tema del piso (que sinceramente siento la chapa que os he metido), seguimos teniendo nuestras movidas (la última por descrubrir ÉL este blog, por cotilla!!!), pero son cosillas sin importancia y que vamos solucionando en el día a día. No sé cuánto durará nuestra relación, ni como será. De momento está bien como está, que es algo peculiar. Es bastante abierta (seguro que ahora estáis pensando todos en lo mismo, pero yo ni voy a confirmar ni desmentir nada). No somos celosos (no aguantaría a nadie celoso a mi lado), entramos y salimos cuando cada uno quiere, comentamos los tíos que están buenos y a los que nos tiraríamos y pasamos nuestro tiempo libre juntos, principalmente viajando con nuestra casa con ruedas. Estamos esperando a vivir en "nuestro" nuevo piso y pretendemos ampliar la familia con algún perrillo, a ver cómo van saliendo las cosas.
Y más a largo plazo no me llega la imaginación. Supongo que la postal bucólica sería envejecer juntos cuidando el uno del otro, pero no lo acabo yo de visualizar, si lo pienso me da casi la misma grima que la foto que acompaña a esta entrada.
Hoy ya no le pongo el CONTINUARÁ al final, no porque el blog no vaya a continuar, sino porque ya he llegado hasta el presente (y hoy me he pasado de frenada hasta el futuro XD) así que a partir de ahora no tengo muy claro los derroteros que seguirá esto, supongo que escribiré cada día sobre lo que se me vaya ocurriendo. Ya veremos.
Terminé la entrada del otro día diciendo que a ÉL sus padres le han comprado un piso. Bueno, en realidad no se lo han regalado 100%, lo que han hecho ha sido pagar la entrada y se han comprometido a pagar las reformas e ir pagando la hipoteca hasta que el niño acabe la carrera y se ponga a trabajar (Aunque no acabo yo de ver que eso pueda suceder). Es lo que tiene el ser hijo único, mis padres hicieron algo parecido por mí hace algunos años.
Desde el principìo este "regalo" no me lo tomé muy bien. Yo en su día me marché de casa, en parte (aunque sea una parte muy pequeña), por no tener que aguantar que se metieran en mi vida y ahora me vienen los suegros (que ni siquiera saben que lo son) con éstas.
Igual es una tontería, pero es la primera vez que vamos a vivir en un piso "propio", hasta ahora siempre ha sido de alquiler y a mi que me gusta la decoración (para un tópico que se cumple en mi caso...), el bricolaje y esas cosas, me apetece hacerlo a mi (o nuestro) gusto. Pero claro, no me veo con la autoridad para poder decirle a mis suegros cómo se tienen que hacer las cosas: reforma, muebles, decoración,...
Y en esas estamos, aunque de momento, cuando le digo a ÉL lo que me gustaría hacer en el piso, me dice que coincide totalmente con lo que le dicen sus padres. Esperemos que la cosa siga igual, aunque la situación no es cómoda. Hasta el momento, por lo menos ya saben que me voy a ir a vivir allí con su hijo, aunque no tengo ni idea de en qué condición piensan que voy. Que ganas tengo de que ÉL salga del armario, para comprobar por dónde van los tiros en su casa.
A parte del tema del piso (que sinceramente siento la chapa que os he metido), seguimos teniendo nuestras movidas (la última por descrubrir ÉL este blog, por cotilla!!!), pero son cosillas sin importancia y que vamos solucionando en el día a día. No sé cuánto durará nuestra relación, ni como será. De momento está bien como está, que es algo peculiar. Es bastante abierta (seguro que ahora estáis pensando todos en lo mismo, pero yo ni voy a confirmar ni desmentir nada). No somos celosos (no aguantaría a nadie celoso a mi lado), entramos y salimos cuando cada uno quiere, comentamos los tíos que están buenos y a los que nos tiraríamos y pasamos nuestro tiempo libre juntos, principalmente viajando con nuestra casa con ruedas. Estamos esperando a vivir en "nuestro" nuevo piso y pretendemos ampliar la familia con algún perrillo, a ver cómo van saliendo las cosas.
Y más a largo plazo no me llega la imaginación. Supongo que la postal bucólica sería envejecer juntos cuidando el uno del otro, pero no lo acabo yo de visualizar, si lo pienso me da casi la misma grima que la foto que acompaña a esta entrada.
Hoy ya no le pongo el CONTINUARÁ al final, no porque el blog no vaya a continuar, sino porque ya he llegado hasta el presente (y hoy me he pasado de frenada hasta el futuro XD) así que a partir de ahora no tengo muy claro los derroteros que seguirá esto, supongo que escribiré cada día sobre lo que se me vaya ocurriendo. Ya veremos.
miércoles, 23 de febrero de 2011
Érase mi relación con ÉL
Dicen que el roce hace el cariño y eso fue lo que nos pasó a nosotros, que una cosa llevó a la otra y así llevamos ya más de 5 años.
No puedo hablar de AMOR así en mayúsculas, por lo menos de lo que sentí con mi primer novio, del que ya os hablé. Aquellas mariposas no volvieron a instalarse en mi estómago, pero que se jodan, porque tampoco las necesito.
He encontrado un compañero para esta aventura que es la vida, con el que me complemento bastante bien, que está ahí cuando le necesito, para el que yo estoy ahí cuando me necesita (y cuando no también, por supuesto).
No todo ha sido un camino de rosas, de hecho, lo hemos dejado en un par de ocasiones, pero hemos acabado volviendo, porque nos necesitamos como dos yonkis a su droga.
Tenemos muchas cosas en común y otras tantas que nos separan, pero hemos sabido darnos nuestro espacio, tener nuestro tiempo para estar juntos y nuestros momentos de independencia, de estar a nuestra bola.
ÉL es madrileño y aunque tiene los mismos 28 años que yo, todavía no ha cortado el cordon umbilical con su familia, principalmente porque todavía no ha acabado la carrera (que se lo toma con calma, el chico). En su casa no saben oficialmente lo nuestro (aunque yo creo que tontos no son). Bueno ni siquiera saben lo suyo.
Vivimos (más o menos, esto es difícil de explicar) juntos. Al hacer un año en Madrid, cambié el piso compartido por hacerme cargo del alquiler en solitario. Primero en un cuchitril reformado de unos 20 metros cuadrados en pleno barrio de Lavapiés. Allí estuve un par largo de años, con ÉL como visitante asiduo.
Cuando mis condiciones laborales mejoraron, cambié este minipiso por otro de nueva construcción, un poco más grande (tampoco mucho) y en un barrio residencial de las afueras. Es de estos modernos de pladur, con su piscina, pistas de padel, gimnasio, trastero y garaje. ÉL se vino a vivir conmigo más o menos de contínuo, ya que todavía tiene sus momentos de vuelta al hogar familiar.
Ahora sus padres le han medio-regalado un piso que yo veo como un regalo un poco envenenado, pero eso lo dejo para el próximo capítulo.
CONTINUARÁ...
No puedo hablar de AMOR así en mayúsculas, por lo menos de lo que sentí con mi primer novio, del que ya os hablé. Aquellas mariposas no volvieron a instalarse en mi estómago, pero que se jodan, porque tampoco las necesito.
He encontrado un compañero para esta aventura que es la vida, con el que me complemento bastante bien, que está ahí cuando le necesito, para el que yo estoy ahí cuando me necesita (y cuando no también, por supuesto).
No todo ha sido un camino de rosas, de hecho, lo hemos dejado en un par de ocasiones, pero hemos acabado volviendo, porque nos necesitamos como dos yonkis a su droga.
Tenemos muchas cosas en común y otras tantas que nos separan, pero hemos sabido darnos nuestro espacio, tener nuestro tiempo para estar juntos y nuestros momentos de independencia, de estar a nuestra bola.
ÉL es madrileño y aunque tiene los mismos 28 años que yo, todavía no ha cortado el cordon umbilical con su familia, principalmente porque todavía no ha acabado la carrera (que se lo toma con calma, el chico). En su casa no saben oficialmente lo nuestro (aunque yo creo que tontos no son). Bueno ni siquiera saben lo suyo.
Vivimos (más o menos, esto es difícil de explicar) juntos. Al hacer un año en Madrid, cambié el piso compartido por hacerme cargo del alquiler en solitario. Primero en un cuchitril reformado de unos 20 metros cuadrados en pleno barrio de Lavapiés. Allí estuve un par largo de años, con ÉL como visitante asiduo.
Cuando mis condiciones laborales mejoraron, cambié este minipiso por otro de nueva construcción, un poco más grande (tampoco mucho) y en un barrio residencial de las afueras. Es de estos modernos de pladur, con su piscina, pistas de padel, gimnasio, trastero y garaje. ÉL se vino a vivir conmigo más o menos de contínuo, ya que todavía tiene sus momentos de vuelta al hogar familiar.
Ahora sus padres le han medio-regalado un piso que yo veo como un regalo un poco envenenado, pero eso lo dejo para el próximo capítulo.
CONTINUARÁ...
martes, 22 de febrero de 2011
Érase los comienzos con ÉL
Despúes de chatear durante unos días, nos conocimos en persona el día en el que se cumplían 30 años de que un gallego que mandaba mucho por aquí se había ido a gobernar más allá de la luna (donde dicen que vive otro gallego) y gracias a eso recuerdo todos los años (y ya van 5) la fecha de nuestro aniversario.
Ese domingo 20 de Noviembre de 2005 que tuvimos nuestra primera cita, yo volvía de una convención en el Camping de El Escorial y al pasar por la puerta del Valle de los Caídos, había un atasco monumental, mucha policía y gente con el brazo en alto. Un ambiente que, pese a que soy de la última ciudad que quitó la estatua ecuestre del gallego, yo no había frecuentado nunca.
Habíamos estado chateando durante unos días, no recuerdo cuantos, primero por el chat de chueca.com donde nos conocimos y luego por el messenger y decidimos quedar aquel domingo en el Centro Comercial Príncipe Pío (Con lo poco que me gustan a mí los centros comerciales).
Puedo decir con rotundidad que, por lo menos por mi parte, no fue amor a primera vista. Tampoco es que fuera un Shrek, pero no era mi tipo para nada y (llamadme superficial si queréis) las pintas que llevaba, tampoco ayudaban mucho. Aquella noche cenamos una hamburguesa en el McDonald's y adios muy buenas.
Volvimos a quedar unos días después para ver unas pelis en mi casa, en plan amigos, que era lo que yo realmente andaba buscando, porque estaba recien llegado a Madrid y no conocía a nadie. Aquella noche se nos hizo tarde y le propuse quedarse a dormir conmigo (sin ninguna otra intención, lo juro) y esa fue mi perdición.
ÉL aprovechó un inocente beso de buenas noches, para lanzarse a por todas y yo, que soy un chico fácil, pues no opuse mucha resistencia.
Tras eso, seguimos quedando para conocer Madrid y para conocernos nosotros (ya me entendéis) y poco a poco fui descubriendo eso que dicen de que la belleza está en el interior y eso sí, a ÉL en interior no le gana nadie.
CONTINUARÁ...
Ese domingo 20 de Noviembre de 2005 que tuvimos nuestra primera cita, yo volvía de una convención en el Camping de El Escorial y al pasar por la puerta del Valle de los Caídos, había un atasco monumental, mucha policía y gente con el brazo en alto. Un ambiente que, pese a que soy de la última ciudad que quitó la estatua ecuestre del gallego, yo no había frecuentado nunca.
Habíamos estado chateando durante unos días, no recuerdo cuantos, primero por el chat de chueca.com donde nos conocimos y luego por el messenger y decidimos quedar aquel domingo en el Centro Comercial Príncipe Pío (Con lo poco que me gustan a mí los centros comerciales).
Puedo decir con rotundidad que, por lo menos por mi parte, no fue amor a primera vista. Tampoco es que fuera un Shrek, pero no era mi tipo para nada y (llamadme superficial si queréis) las pintas que llevaba, tampoco ayudaban mucho. Aquella noche cenamos una hamburguesa en el McDonald's y adios muy buenas.
Volvimos a quedar unos días después para ver unas pelis en mi casa, en plan amigos, que era lo que yo realmente andaba buscando, porque estaba recien llegado a Madrid y no conocía a nadie. Aquella noche se nos hizo tarde y le propuse quedarse a dormir conmigo (sin ninguna otra intención, lo juro) y esa fue mi perdición.
ÉL aprovechó un inocente beso de buenas noches, para lanzarse a por todas y yo, que soy un chico fácil, pues no opuse mucha resistencia.
Tras eso, seguimos quedando para conocer Madrid y para conocernos nosotros (ya me entendéis) y poco a poco fui descubriendo eso que dicen de que la belleza está en el interior y eso sí, a ÉL en interior no le gana nadie.
CONTINUARÁ...
lunes, 21 de febrero de 2011
Érase 5 años en Madrid
Todo el mundo dice que en Madrid es fácil conocer gente y que enseguida se hacen amigos. Pues no es mi caso ya que como he comentado anteriormente, ni los compañeros de piso, ni los de trabajo me ayudaron en eso.
Pronto acudí a lo que nunca me había fallado: el balonmano. Encontré un equipo que no entrenaba muy lejos de mi casa y encima coincidió que algunos eran de mi empresa y todo. Necesitaban gente y me aceptaron. Estuve dos temporadas con ellos y, realmente eran buena gente. Entrenábamos los viernes y jugábamos los sábados y después de cada entrenamiento y partido, un buen tercer tiempo a base de cañas y tapas. Pero lo dejé.
Creo que es el mayor error que he cometido desde que vivo aquí. Se juntó el que mi forma física empeoraba por momentos, ya que pasé de entrenar 3 días por semana a sólo 1 (y bastante de cachondeo) y también un momento personal en el que no tenía muy claras mis prioridades y preferí dedicarme más al mariconeo y menos al deporte "hetero".
A la vez que retomaba el balonmano, mis planes para conocer gente pasaban por los perfiles y chats. Otro error. Ahí nunca pude encontrar verdaderas amistades. Ay si hubiese conocido la blogosfera gay hace 5 años!!!
En resúmen, me quise venir a vivir aquí, pensando que mi vida sería un no parar, imaginándome todo el día callejeando por Chueca, de fiesta en fiesta y queriendo comerme el mundo y me encuentro que nada de eso se cumplió.
Bueno, tampoco es que me haya vuelto un ermitaño y no salga de mi cueva, lo que pasa es que al poco de llegar me encontré con ÉL (así en mayúsculas) y ahí acabó prácticamente mi vida social. Pero lo de hablar de ÉL lo dejamos para la siguiente entrega.
CONTINUARÁ...
Pronto acudí a lo que nunca me había fallado: el balonmano. Encontré un equipo que no entrenaba muy lejos de mi casa y encima coincidió que algunos eran de mi empresa y todo. Necesitaban gente y me aceptaron. Estuve dos temporadas con ellos y, realmente eran buena gente. Entrenábamos los viernes y jugábamos los sábados y después de cada entrenamiento y partido, un buen tercer tiempo a base de cañas y tapas. Pero lo dejé.
Creo que es el mayor error que he cometido desde que vivo aquí. Se juntó el que mi forma física empeoraba por momentos, ya que pasé de entrenar 3 días por semana a sólo 1 (y bastante de cachondeo) y también un momento personal en el que no tenía muy claras mis prioridades y preferí dedicarme más al mariconeo y menos al deporte "hetero".
A la vez que retomaba el balonmano, mis planes para conocer gente pasaban por los perfiles y chats. Otro error. Ahí nunca pude encontrar verdaderas amistades. Ay si hubiese conocido la blogosfera gay hace 5 años!!!
En resúmen, me quise venir a vivir aquí, pensando que mi vida sería un no parar, imaginándome todo el día callejeando por Chueca, de fiesta en fiesta y queriendo comerme el mundo y me encuentro que nada de eso se cumplió.
Bueno, tampoco es que me haya vuelto un ermitaño y no salga de mi cueva, lo que pasa es que al poco de llegar me encontré con ÉL (así en mayúsculas) y ahí acabó prácticamente mi vida social. Pero lo de hablar de ÉL lo dejamos para la siguiente entrega.
CONTINUARÁ...
sábado, 19 de febrero de 2011
Érase la llegada a Madrid
Después de estudiar fuera de casa de mis padres, la verdad es que no me apetecía nada quedarme allí a trabajar, a pesar de que tenía un puesto para el que me habían seleccionado. Así que visto que en Bilbao tampoco había muchas ofertas, mi siguiente opción fue Madrid.
Busqué por Infojobs y enseguida apareció el anuncio de un trabajo para el que yo cumplía todos los requisitos y me apunté. En dos ocasiones me tuvieron que traer mis padres a hacer 2 entrevistas de trabajo, tras las cuales me confirmaron que el puesto era mío. Aquello fueron dos días maratonianos de madrugar, viaje Santander-Madrid, entrevista, turismo por la ciudad y viaje Madrid-Santander.
Una vez que tenía trabajo, tocó buscar piso. Eso lo hice directamente desde Santander, por internet. Vi un montón de anuncios y tras unas cuantas llamadas, encontré el que parecía tener mi nombre escrito. Estaba a 2 minutos andando de mi futuro lugar de trabajo, lo que en Madrid es todo un lujo.
Estuve hablando por teléfono con el chico que tenía el piso alquilado a su nombre y que a su vez realquilaba las otras dos habitaciones y me causó buena impresión. Me dijo que los requisitos eran ser chico, no fumador y que no montase juergas en casa, así que los cumplía todos. También me advirtió desde el primer momento que no se hacía prácticamente vida en común. Que ellos dos iban cada uno a su bola.
Eso ya me preocupaba un poco más, porque yo no conocía a nadie en esta ciudad y pensaba que una forma de empezar a conocer gente, sería a través de mis compañeros de piso, pero aún así me decidí por ese piso. Ya me preocuparía más adelante de hacer amigos.
Llegué a Madrid el 15 de Septiembre de 2005, con 23 añitos, no con las gallinas debajo del brazo, a lo Paco Martínez Soria, pero casi. Me traje en la misma atacada la ropa, incluídos los trajes para el trabajo, los aparatejos electrónicos: ordenador, tele,... una mesa y una silla y unos cuantos trastos más.
Me trajo mi padre, conocí el piso y a mis compañeros y allí que me quedé.
El piso estaba genial, en una zona un pelín pija, pero sin llegar a los extremos de Serrano. Mis compañeros de piso eran Jesús, el que lo tenía realmente alquilado, que era cocinero de un hotel, con lo que sus horarios eran bastante peculiares y David, que era informático como yo. Con David había un poco más de afinidad, pero los dos tenían a sus novias viviendo en Madrid, así que no daban pie a ningún tipo de actividad social.
La siguiente opción para conocer gente, era el trabajo, pues me esperaba otro chasco. Mira que es fácil en esta ciudad coincidir con gente de fuera en los trabajos, pues nada, a mi me tocaron todos madrileños, con sus grupos de amigos y sus vidas ya organizadas, así que tampoco había forma de quedar más allá de una cerveza rapidita.
Así que las primeras semanas me las pasé descubriendo la ciudad a solas. De siempre me gustó caminar y lo de orientarme también se me da bastante bien, así que el primer día me hice con un plano turístico y todos los días después de trabajar, me iba a caminar por la ciudad sin rumbo, para irla descubriendo poco a poco. Y los fines de semana, vuelta al calor del hogar familiar.
CONTINUARÁ...
Busqué por Infojobs y enseguida apareció el anuncio de un trabajo para el que yo cumplía todos los requisitos y me apunté. En dos ocasiones me tuvieron que traer mis padres a hacer 2 entrevistas de trabajo, tras las cuales me confirmaron que el puesto era mío. Aquello fueron dos días maratonianos de madrugar, viaje Santander-Madrid, entrevista, turismo por la ciudad y viaje Madrid-Santander.
Una vez que tenía trabajo, tocó buscar piso. Eso lo hice directamente desde Santander, por internet. Vi un montón de anuncios y tras unas cuantas llamadas, encontré el que parecía tener mi nombre escrito. Estaba a 2 minutos andando de mi futuro lugar de trabajo, lo que en Madrid es todo un lujo.
Estuve hablando por teléfono con el chico que tenía el piso alquilado a su nombre y que a su vez realquilaba las otras dos habitaciones y me causó buena impresión. Me dijo que los requisitos eran ser chico, no fumador y que no montase juergas en casa, así que los cumplía todos. También me advirtió desde el primer momento que no se hacía prácticamente vida en común. Que ellos dos iban cada uno a su bola.
Eso ya me preocupaba un poco más, porque yo no conocía a nadie en esta ciudad y pensaba que una forma de empezar a conocer gente, sería a través de mis compañeros de piso, pero aún así me decidí por ese piso. Ya me preocuparía más adelante de hacer amigos.
Llegué a Madrid el 15 de Septiembre de 2005, con 23 añitos, no con las gallinas debajo del brazo, a lo Paco Martínez Soria, pero casi. Me traje en la misma atacada la ropa, incluídos los trajes para el trabajo, los aparatejos electrónicos: ordenador, tele,... una mesa y una silla y unos cuantos trastos más.
Me trajo mi padre, conocí el piso y a mis compañeros y allí que me quedé.
El piso estaba genial, en una zona un pelín pija, pero sin llegar a los extremos de Serrano. Mis compañeros de piso eran Jesús, el que lo tenía realmente alquilado, que era cocinero de un hotel, con lo que sus horarios eran bastante peculiares y David, que era informático como yo. Con David había un poco más de afinidad, pero los dos tenían a sus novias viviendo en Madrid, así que no daban pie a ningún tipo de actividad social.
La siguiente opción para conocer gente, era el trabajo, pues me esperaba otro chasco. Mira que es fácil en esta ciudad coincidir con gente de fuera en los trabajos, pues nada, a mi me tocaron todos madrileños, con sus grupos de amigos y sus vidas ya organizadas, así que tampoco había forma de quedar más allá de una cerveza rapidita.
Así que las primeras semanas me las pasé descubriendo la ciudad a solas. De siempre me gustó caminar y lo de orientarme también se me da bastante bien, así que el primer día me hice con un plano turístico y todos los días después de trabajar, me iba a caminar por la ciudad sin rumbo, para irla descubriendo poco a poco. Y los fines de semana, vuelta al calor del hogar familiar.
CONTINUARÁ...
viernes, 18 de febrero de 2011
Érase el paso del amor al odio
Nos habíamos quedado en la ruptura con mi primer novio A, con el que yo quería tener una bonita relación de amistad.
El curso había comenzado y yo estaba de vuelta en Bilbao y quedando casi todos los fines de semana con mi amigo J que también estaba allí. Solía alternar entre ir con J al ambiente los viernes y salir con mis amigos de la universidad los sábados o al revés.
La verdad es que J y yo nunca habíamos congeniado demasiado bien, pero para hacernos compañía mutuamente hasta que uno de los dos (o los dos) ligase, era suficiente. Yo estaba tratando de experimentar nuevas sensaciones y recuperar el tiempo perdido (ya me entendéis) y el ambiente de Bilbao se prestaba mucho más a ello que el escaso de Santander.
Cuando caía algún puente y volvíamos a casa tanto A como yo, nos veíamos por Santander, seguíamos compartiendo amigos y saludándonos y hablando como si tal cosa. Incluso vino a Bilbao de fiesta una vez con un nuevo ligue debajo del brazo, invitado por J claro, porque para mí eso era demasiado.
Creo que todavía le seguía queriendo, había sido mi primer chico. Incluso aquella vez lo utilicé, gracias a un encuentro casual con la mayor cotilla de la universidad, para salir del armario con todos mis compañeros. Bueno realmente sólo fue con ella diciéndole "mira, este es mi ex", luego ella se encargó de la divulgación.
Con eso fue pasando el curso y cuando al verano siguiente volvimos a vernos, mi sorpresa fue que A dejó de hablarme. Estuvimos así un par de findes, cosa realmente incómoda porque estábamos en el mismo grupo de amigos. Traté de arreglarlo pidiéndole que hablásemos en una ocasión y me dijo que estaba así por lo que yo había ido diciendo de él y se piró sin más explicaciones.
Fue la última vez que hablé con él, aunque por suerte, tampoco me lo he vuelto a cruzar muchas más veces. Lo que tengo claro es que yo no fui hablando mal de él, ni de nadie, así que alguien debió malmeter y todo apunta a J, mi confidente del ambiente bilbaino de aquel curso.
Al poco tiempo yo me vine a trabajar Madrid y de él ni idea, nadie lo volvió a ver por Santander, ni a J tampoco. Lo que sé de J es que le quedaba un curso más en Bilbao y luego me dijeron que estaba también en Madrid. Incluso me dijeron dónde trabaja, pero la verdad, nunca me he acercado por allí.
Así que de esto se extraen varias moralejas. En primer lugar parece que lo de ser amigo de un ex es una utopía y la segunda enseñanza que saco de todo esto es que no se deben formar parejas en los grupos de amigos, porque al final el grupo se va a la mierda.
Después de A vinieron muchos otros ligues, primero en Bilbao y ahora en Madrid. Incluso otro novio de larga duración (ÉL), pero nunca volví a sentir las mariposas revolotear en el estómago. Lo que me lleva a preguntarme si eso realmente pasó por la situación (por ser la primera vez) o por la persona en cuestión. ¿Volverán algún día las putas mariposas a mi estómago?
El curso había comenzado y yo estaba de vuelta en Bilbao y quedando casi todos los fines de semana con mi amigo J que también estaba allí. Solía alternar entre ir con J al ambiente los viernes y salir con mis amigos de la universidad los sábados o al revés.
La verdad es que J y yo nunca habíamos congeniado demasiado bien, pero para hacernos compañía mutuamente hasta que uno de los dos (o los dos) ligase, era suficiente. Yo estaba tratando de experimentar nuevas sensaciones y recuperar el tiempo perdido (ya me entendéis) y el ambiente de Bilbao se prestaba mucho más a ello que el escaso de Santander.
Cuando caía algún puente y volvíamos a casa tanto A como yo, nos veíamos por Santander, seguíamos compartiendo amigos y saludándonos y hablando como si tal cosa. Incluso vino a Bilbao de fiesta una vez con un nuevo ligue debajo del brazo, invitado por J claro, porque para mí eso era demasiado.
Creo que todavía le seguía queriendo, había sido mi primer chico. Incluso aquella vez lo utilicé, gracias a un encuentro casual con la mayor cotilla de la universidad, para salir del armario con todos mis compañeros. Bueno realmente sólo fue con ella diciéndole "mira, este es mi ex", luego ella se encargó de la divulgación.
Con eso fue pasando el curso y cuando al verano siguiente volvimos a vernos, mi sorpresa fue que A dejó de hablarme. Estuvimos así un par de findes, cosa realmente incómoda porque estábamos en el mismo grupo de amigos. Traté de arreglarlo pidiéndole que hablásemos en una ocasión y me dijo que estaba así por lo que yo había ido diciendo de él y se piró sin más explicaciones.
Fue la última vez que hablé con él, aunque por suerte, tampoco me lo he vuelto a cruzar muchas más veces. Lo que tengo claro es que yo no fui hablando mal de él, ni de nadie, así que alguien debió malmeter y todo apunta a J, mi confidente del ambiente bilbaino de aquel curso.
Al poco tiempo yo me vine a trabajar Madrid y de él ni idea, nadie lo volvió a ver por Santander, ni a J tampoco. Lo que sé de J es que le quedaba un curso más en Bilbao y luego me dijeron que estaba también en Madrid. Incluso me dijeron dónde trabaja, pero la verdad, nunca me he acercado por allí.
Así que de esto se extraen varias moralejas. En primer lugar parece que lo de ser amigo de un ex es una utopía y la segunda enseñanza que saco de todo esto es que no se deben formar parejas en los grupos de amigos, porque al final el grupo se va a la mierda.
Después de A vinieron muchos otros ligues, primero en Bilbao y ahora en Madrid. Incluso otro novio de larga duración (ÉL), pero nunca volví a sentir las mariposas revolotear en el estómago. Lo que me lleva a preguntarme si eso realmente pasó por la situación (por ser la primera vez) o por la persona en cuestión. ¿Volverán algún día las putas mariposas a mi estómago?
jueves, 17 de febrero de 2011
Érase el primer novio
Nos habíamos quedado en el primer beso, tras el que vendrían muchos más.
Ese mes de agosto transcurría trabajando por las mañanas y él dependiendo del turno, mañana tarde o noche. Pero sin duda, cualquier momento en el que nuestras agendas se solapasen, era tiempo que pasábamos juntos. Si era por la tarde, pues a la playa. Este chico me descubrió un montón de playas y algunas incluso muy cercanas, pero que hasta ese momento eran totalmente desconocidas para mi.
En el peor de los casos, si el trabajaba de tarde, quedábamos después de cenar en la cafetería de enfrente de mi casa. Un sitio en el que yo nunca había entrado, porque la clientela habitual eran las típicas "señoras que...", en este caso, señoras que se reúnen a tomar el café y despellejar viva a la que ese día no ha ido. Entre ellas mi madre, que suele bajar ahí los sábados y domingos por la tarde, con las amigas. Pero claro, las clientas habituales a las horas a las que nosotros íbamos ya no estaban y el sitio cerraba tarde. Para colmo, el camarero es gay y conocido de A y J, que también nos acompañaba alguna noche que otra.
Yo no me lo podía creer, estaba compartiendo confidencias y carantoñas con mi novio, al otro lado de la carretera de mi casa y delante del camarero que atendía a mi madre todas las tardes, la trajedia estaba servida, pero no llegó a consumarse.
Los fines de semana ninguno de los dos trabajaba y lo teníamos todo para nosotros. Uno de ellos, él me llevó a su piso de estudiante en Burgos, que al ser verano estaba vacío y allí me enseñó la ciudad, me presentó a sus amigos y compartimos cama por primera vez, pero antes de que se dispare la imaginación del lector, ya digo que todo muy quinceañero, besos, caricias y poco más.
Él acababa de salir de una relación de 3 años con su ex y tenía ganar de tomarse las cosas con calma. Yo estaba descubriendo un mundo nuevo y todo me parecía bien, así que sin prisas.
Otro fin de semana, el de la semana grande de Bilbao, me lo llevé yo a mi piso, en el que tampoco estaban mis compañeros. Allí le presenté a mis amigos de la universidad, saliendo también del armario delante de ellos, al presentarlo como mi novio. El sábado de fiestas, nos pasamos demasiado con la bebida, dando como resultado una laguna mental gigante en ambos, sobre lo que había pasado esa noche. El caso es que yo desperté solo en mi cama de matrimonio y él en la habitación de mi compañero Dani. Yo no sé siquiera si perdí la virginidad aquella noche, pero sospecho que ni la activa, ni la pasiva. Él me jura y me perjura que tampoco sabe lo que pasó, ni el por qué, ni el cuándo se cambió de habitación.
Tras ese finde seguimos como si tal cosa, pero algo debía haber cambiado entre nosotros y al final él esperó a que yo acabase los exámenes para dejarme. Yo le dije que vale, pero que no quería perderle como amigo y él me contestó que eso era una utopía. Cuánta razón!!!
CONTINUARÁ...
Ese mes de agosto transcurría trabajando por las mañanas y él dependiendo del turno, mañana tarde o noche. Pero sin duda, cualquier momento en el que nuestras agendas se solapasen, era tiempo que pasábamos juntos. Si era por la tarde, pues a la playa. Este chico me descubrió un montón de playas y algunas incluso muy cercanas, pero que hasta ese momento eran totalmente desconocidas para mi.
En el peor de los casos, si el trabajaba de tarde, quedábamos después de cenar en la cafetería de enfrente de mi casa. Un sitio en el que yo nunca había entrado, porque la clientela habitual eran las típicas "señoras que...", en este caso, señoras que se reúnen a tomar el café y despellejar viva a la que ese día no ha ido. Entre ellas mi madre, que suele bajar ahí los sábados y domingos por la tarde, con las amigas. Pero claro, las clientas habituales a las horas a las que nosotros íbamos ya no estaban y el sitio cerraba tarde. Para colmo, el camarero es gay y conocido de A y J, que también nos acompañaba alguna noche que otra.
Yo no me lo podía creer, estaba compartiendo confidencias y carantoñas con mi novio, al otro lado de la carretera de mi casa y delante del camarero que atendía a mi madre todas las tardes, la trajedia estaba servida, pero no llegó a consumarse.
Los fines de semana ninguno de los dos trabajaba y lo teníamos todo para nosotros. Uno de ellos, él me llevó a su piso de estudiante en Burgos, que al ser verano estaba vacío y allí me enseñó la ciudad, me presentó a sus amigos y compartimos cama por primera vez, pero antes de que se dispare la imaginación del lector, ya digo que todo muy quinceañero, besos, caricias y poco más.
Él acababa de salir de una relación de 3 años con su ex y tenía ganar de tomarse las cosas con calma. Yo estaba descubriendo un mundo nuevo y todo me parecía bien, así que sin prisas.
Otro fin de semana, el de la semana grande de Bilbao, me lo llevé yo a mi piso, en el que tampoco estaban mis compañeros. Allí le presenté a mis amigos de la universidad, saliendo también del armario delante de ellos, al presentarlo como mi novio. El sábado de fiestas, nos pasamos demasiado con la bebida, dando como resultado una laguna mental gigante en ambos, sobre lo que había pasado esa noche. El caso es que yo desperté solo en mi cama de matrimonio y él en la habitación de mi compañero Dani. Yo no sé siquiera si perdí la virginidad aquella noche, pero sospecho que ni la activa, ni la pasiva. Él me jura y me perjura que tampoco sabe lo que pasó, ni el por qué, ni el cuándo se cambió de habitación.
Tras ese finde seguimos como si tal cosa, pero algo debía haber cambiado entre nosotros y al final él esperó a que yo acabase los exámenes para dejarme. Yo le dije que vale, pero que no quería perderle como amigo y él me contestó que eso era una utopía. Cuánta razón!!!
CONTINUARÁ...
miércoles, 16 de febrero de 2011
Érase el primer beso
En la entrada anterior había empezado a hablar de A, así que hoy toca explicar mi primer amor.
Él era amigo de JF y J, del ambiente Santanderino. La primera noche en la que M iba a salir por allí, con J y conmigo, cogimos como otras veces el autobús desde mi pueblo a Santander, pero resulta que era un autobús que no llegaba hasta el centro de la ciudad, sino por las horas que eran, se quedaba en sus cocheras, que están a las afueras. Así que cuando terminó su trayecto, el conductor nos dejó tirados a las afueras de la ciudad y nos iba a tocar andar bastante hasta el centro.
En esas estábamos cuando por la carretera nos adelantó un coche y J dijo, creo que es A (ni M ni yo teníamos ni idea de quién era A) y salió corriendo detrás del coche. Se nota que le debía fastidiar tener que ir andando hasta el centro, porque es la primera vez y creo que la última que veía a J correr (y eso que había "jugado" a balonmano conmigo). Pues nada, consiguió parar el coche, le dijo quiénes éramos nosotros 2 y nos llevó hasta el primer pub de ambiente.
En mi salida del armario, que ya he relatado en el post anterior, él no estaba presente, debía estar fuera tomando el aire, pero como tampoco nos conocía no sabía si éramos gays o no.
En un momento en el que salí yo también a tomar el aire (que lo necesitaba después de soltar la bomba) me lo encontré fuera y empezamos a hablar. Resulta que nos conocíamos de vista, pero de mucho tiempo atrás, del colegio, aunque de cursos distintos, porque él era un par de años mayor que yo y era del mismo pueblo.
A mí nunca me ha gustado la pluma y éste era el primer gay sin pluma que conocía así que enseguida me llamó la atención. En un momento dado, me preguntó "por cierto, ¿tu también eres...?" y me señaló hacia la puerta del local. Yo asentí y creo que en ese momento el se empezó a interesar por mi.
La noche avanzó y pasamos (como en procesión, porque toda la gente del ambiente santanderino va a los mismos sitios y en el mismo orden) al siguiente pub y de ahí a la discoteca (con su cuarto oscuro y todo, como tiene que ser) y finalmente, a M le entró la curiosidad por el cruising mañanero y allá que nos llevó A. J y M aprovecharon para salir del coche a investigar sobre el terreno y A y yo nos quedamos allí y aprovechamos para darnos el teléfono, para quedar algún día, todo muy inocente esa primera noche.
Esa semana, yo trabajaba de mañana (en las prácticas para la carrera) y él en el turno de tarde de una fábrica, así que no pudimos quedar, pero estábamos venga a mandarnos SMS en plan quinceañero. Ese finde yo me había comprometido a ir a pasarlo con un amigo de la infancia, que se había metido a cura y estaba destinado en un pueblo remoto de los Picos de Europa. La sorpresa fue que A me estaba esperando en la estación de tren de mi pueblo para despedirme. Era la primera vez que nos veíamos después de la noche en la que nos conocimos y a partir de ahí ya parecía que no había vuelta atrás.
Esa misma noche los mensajes empezaron a ser mucho más esclarecedores y los del día siguiente también. Yo estaba que no cabía en mí. Era la primera vez que notaba las dichosas mariposas en el estómago y estaba teniendo que ir con mi amigo, de pueblo en pueblo, entre las montañas a oirlo decir misa. Estaba deseando que llegase el domingo.
Y llegó el domingo y otra misa más y el cura me bajó en su coche porque había quedado para comer con su familia, así que allí estaba yo, con toda la tarde para compartirla con mi A, pero muerto de miedo por volver a verle después de todo lo que nos habíamos escrito por SMS.
Como digo, parecíamos dos quinceañeros todo cortados. Nos saludamos chocando los 5. Me monté en su coche y me llevó hasta una playa bastante solitaria (para ser finales de Julio) y en un pueblo lejano del mío, pero aún así no nos decidíamos a nada. Nos fuimos de la playa y me subió con el coche hasta los restos de un castillo abandonado en lo alto de un monte y allí, con vistas al mar, por fin nos decidimos a darnos nuestro primer beso.
CONTINUARÁ...
Él era amigo de JF y J, del ambiente Santanderino. La primera noche en la que M iba a salir por allí, con J y conmigo, cogimos como otras veces el autobús desde mi pueblo a Santander, pero resulta que era un autobús que no llegaba hasta el centro de la ciudad, sino por las horas que eran, se quedaba en sus cocheras, que están a las afueras. Así que cuando terminó su trayecto, el conductor nos dejó tirados a las afueras de la ciudad y nos iba a tocar andar bastante hasta el centro.
En esas estábamos cuando por la carretera nos adelantó un coche y J dijo, creo que es A (ni M ni yo teníamos ni idea de quién era A) y salió corriendo detrás del coche. Se nota que le debía fastidiar tener que ir andando hasta el centro, porque es la primera vez y creo que la última que veía a J correr (y eso que había "jugado" a balonmano conmigo). Pues nada, consiguió parar el coche, le dijo quiénes éramos nosotros 2 y nos llevó hasta el primer pub de ambiente.
En mi salida del armario, que ya he relatado en el post anterior, él no estaba presente, debía estar fuera tomando el aire, pero como tampoco nos conocía no sabía si éramos gays o no.
En un momento en el que salí yo también a tomar el aire (que lo necesitaba después de soltar la bomba) me lo encontré fuera y empezamos a hablar. Resulta que nos conocíamos de vista, pero de mucho tiempo atrás, del colegio, aunque de cursos distintos, porque él era un par de años mayor que yo y era del mismo pueblo.
A mí nunca me ha gustado la pluma y éste era el primer gay sin pluma que conocía así que enseguida me llamó la atención. En un momento dado, me preguntó "por cierto, ¿tu también eres...?" y me señaló hacia la puerta del local. Yo asentí y creo que en ese momento el se empezó a interesar por mi.
La noche avanzó y pasamos (como en procesión, porque toda la gente del ambiente santanderino va a los mismos sitios y en el mismo orden) al siguiente pub y de ahí a la discoteca (con su cuarto oscuro y todo, como tiene que ser) y finalmente, a M le entró la curiosidad por el cruising mañanero y allá que nos llevó A. J y M aprovecharon para salir del coche a investigar sobre el terreno y A y yo nos quedamos allí y aprovechamos para darnos el teléfono, para quedar algún día, todo muy inocente esa primera noche.
Esa semana, yo trabajaba de mañana (en las prácticas para la carrera) y él en el turno de tarde de una fábrica, así que no pudimos quedar, pero estábamos venga a mandarnos SMS en plan quinceañero. Ese finde yo me había comprometido a ir a pasarlo con un amigo de la infancia, que se había metido a cura y estaba destinado en un pueblo remoto de los Picos de Europa. La sorpresa fue que A me estaba esperando en la estación de tren de mi pueblo para despedirme. Era la primera vez que nos veíamos después de la noche en la que nos conocimos y a partir de ahí ya parecía que no había vuelta atrás.
Esa misma noche los mensajes empezaron a ser mucho más esclarecedores y los del día siguiente también. Yo estaba que no cabía en mí. Era la primera vez que notaba las dichosas mariposas en el estómago y estaba teniendo que ir con mi amigo, de pueblo en pueblo, entre las montañas a oirlo decir misa. Estaba deseando que llegase el domingo.
Y llegó el domingo y otra misa más y el cura me bajó en su coche porque había quedado para comer con su familia, así que allí estaba yo, con toda la tarde para compartirla con mi A, pero muerto de miedo por volver a verle después de todo lo que nos habíamos escrito por SMS.
Como digo, parecíamos dos quinceañeros todo cortados. Nos saludamos chocando los 5. Me monté en su coche y me llevó hasta una playa bastante solitaria (para ser finales de Julio) y en un pueblo lejano del mío, pero aún así no nos decidíamos a nada. Nos fuimos de la playa y me subió con el coche hasta los restos de un castillo abandonado en lo alto de un monte y allí, con vistas al mar, por fin nos decidimos a darnos nuestro primer beso.
CONTINUARÁ...
martes, 15 de febrero de 2011
Érase unos amigos gays
En el recorrido por lo que ha sido mi vida, hoy empezamos ya con las cosas de los sentimientos, a ver si esto se pone más interesante.
De mi grupo de amigos de siempre (bueno desde el bachillerato, pero para mí como si fuesen de siempre) resultó que todos los chicos que quedamos juntos éramos gays. Pero no os penséis que nuestras juergas eran continuas por el ambiente, ni nada de eso, porque estábamos todos bien a fondo en el armario. Es una lástima, la de tiempo perdido que desaprovechamos.
En concreto somos 4: JF, M, J y yo. Pero cada uno de su padre y de su madre, que tampoco penséis que somos iguales y por eso acabamos juntos.
J es gay de libro: apasionado del diseño, la moda y demás estereotipos. A J le conocí en la infancia, en mi primer equipo de balonmano. Creo que su padre le obligó a apuntarse, pero no duró mucho, fue un caso claro de acoso por ser gay. Vamos no sabíamos si era gay o no, lo que sí tenía (y ha ido a peor con los años) es mucha pluma. Luego, con la separación de sus padres, se fue a vivir con su padre a Bilbao y al cabo de los años volvió al pueblo a vivir con su madre y llegó a nuestro grupo gracias a su hermana, que ya estaba dentro.
No sé realmente cómo fue su salida del armario, porque para mí siempre estuvo fuera, es la facilidad que creo que tiene la gente con pluma, aunque supongo que también tienen que sufrir el bulling o acoso en muchos casos.
JF es otro caso bastante distinto. Era el ligón del grupo. Se lió con todas las chicas que pasaron por allí, excepto con N, que ella siempre lo recuerda orgullosa cuando hablamos del tema. De repente, tuvo una época en la que paraba poco con nosotros y cuando volvió al grupo, lo hizo acompañado de su novio por aquel entonces, conocido por nosotros como padre Apeles, por su parecido con el original.
M es mi mejor amigo de todos estos. Siempre tuvo algo. Con los años ha ido derivando en pluma, pero en origen yo lo definiría como gracia. Eso, era el gracioso del grupo. Míticas sus imitaciones de la duquesa de alba y folclóricas varias. De él siempre hubo dudas. De hecho, una vez para su cumpleaños las chicas le regalaron un striptease, porque querían comprobar si era gay. Lo que no tengo muy claro cuál sería la reacción que ellas esperaban para salir de dudas. ¿Se pensarían que si era hetero las iba a violar allí mismo?
Él a parte de muy culto (siempre usando sus palabras raras) es (o por lo menos era) muy tradicional y religioso, por lo que asumir su sexualidad debió ser muy duro en su caso. En concreto, su salida del armario es la que más recuerdo. Fue un poco antes que la mía, en el mismo verano, en una mañana de domingo en la que para que no se me olvidase conducir, los llevé en el coche de mi padre a Llanes, un pueblo de la vecina Asturias. Y allí en Llanes y con un contentín bastante curioso gracias a los vermuts que estuvieron tomando (yo no, que tenía que conducir), agarró una llantina en medio de la cual se desahogó con nosotros, contándonos incluso su primera experiencia sexual con un desconocido que le cogió haciendo autostop. Y allí estábamos JF, LA y yo para consolarle. Ya que tenía decidido contarles lo mío, podía haber aprovechado la salida de M para hacerlo, pero decidí que cada uno tenía que tener su propio momento.
Mi salida del armario, por tanto, fue la última que tuvimos y creo que la menos esperada, porque con eso del balonmano y demás, yo siempre he sido el bruto del grupo, tanto físicamente como de carácter. El sitio fue curioso, porque salí del armario en un bar de ambiente, jejeje, qué apropiado. Había decidido acompañar a M en su primera salida por el escaso ambiente de Santander (2 pubs, una sauna, una discoteca, alguna playa y lugar de cruising y poco más) y con nostros estaba J y un amigo suyo (A), que nos había acercado en coche hasta allí. Para M todo era nuevo y estaba alucinando con lo que veía y a mí J me debía estar viendo tan fuera de lugar allí, que me explicó que para no tener malos entendidos, aunque ellos se besasen para saludar a otros chicos (J parecía conocer a toda la gente del local), yo les tenía que dar la mano. Entonces llegó el momento en que me presentó al primero y yo le dí dos besos delante de ellos. Me preguntó si no lo había entendido bien y le expliqué que perfectamente, que entre gays 2 besos. Y J me dijo pues nada otro más, que bien nos lo vamos a pasar este curso en Bilbao. Y es que J iba a empezar a estudiar ese año en Bilbao y viviría allí, además muy cerca de mí.
Esa fue mi salida del armario, con M y J. Yo ya les conocía y sabía que el boca a boca llegaría a todos mis amigos y no me equivoqué. Esa misma noche, conocí a A y con el tiempo se convirtió en mi primer novio, pero eso ya para otro día.
CONTINUARÁ...
De mi grupo de amigos de siempre (bueno desde el bachillerato, pero para mí como si fuesen de siempre) resultó que todos los chicos que quedamos juntos éramos gays. Pero no os penséis que nuestras juergas eran continuas por el ambiente, ni nada de eso, porque estábamos todos bien a fondo en el armario. Es una lástima, la de tiempo perdido que desaprovechamos.
En concreto somos 4: JF, M, J y yo. Pero cada uno de su padre y de su madre, que tampoco penséis que somos iguales y por eso acabamos juntos.
J es gay de libro: apasionado del diseño, la moda y demás estereotipos. A J le conocí en la infancia, en mi primer equipo de balonmano. Creo que su padre le obligó a apuntarse, pero no duró mucho, fue un caso claro de acoso por ser gay. Vamos no sabíamos si era gay o no, lo que sí tenía (y ha ido a peor con los años) es mucha pluma. Luego, con la separación de sus padres, se fue a vivir con su padre a Bilbao y al cabo de los años volvió al pueblo a vivir con su madre y llegó a nuestro grupo gracias a su hermana, que ya estaba dentro.
No sé realmente cómo fue su salida del armario, porque para mí siempre estuvo fuera, es la facilidad que creo que tiene la gente con pluma, aunque supongo que también tienen que sufrir el bulling o acoso en muchos casos.
JF es otro caso bastante distinto. Era el ligón del grupo. Se lió con todas las chicas que pasaron por allí, excepto con N, que ella siempre lo recuerda orgullosa cuando hablamos del tema. De repente, tuvo una época en la que paraba poco con nosotros y cuando volvió al grupo, lo hizo acompañado de su novio por aquel entonces, conocido por nosotros como padre Apeles, por su parecido con el original.
M es mi mejor amigo de todos estos. Siempre tuvo algo. Con los años ha ido derivando en pluma, pero en origen yo lo definiría como gracia. Eso, era el gracioso del grupo. Míticas sus imitaciones de la duquesa de alba y folclóricas varias. De él siempre hubo dudas. De hecho, una vez para su cumpleaños las chicas le regalaron un striptease, porque querían comprobar si era gay. Lo que no tengo muy claro cuál sería la reacción que ellas esperaban para salir de dudas. ¿Se pensarían que si era hetero las iba a violar allí mismo?
Él a parte de muy culto (siempre usando sus palabras raras) es (o por lo menos era) muy tradicional y religioso, por lo que asumir su sexualidad debió ser muy duro en su caso. En concreto, su salida del armario es la que más recuerdo. Fue un poco antes que la mía, en el mismo verano, en una mañana de domingo en la que para que no se me olvidase conducir, los llevé en el coche de mi padre a Llanes, un pueblo de la vecina Asturias. Y allí en Llanes y con un contentín bastante curioso gracias a los vermuts que estuvieron tomando (yo no, que tenía que conducir), agarró una llantina en medio de la cual se desahogó con nosotros, contándonos incluso su primera experiencia sexual con un desconocido que le cogió haciendo autostop. Y allí estábamos JF, LA y yo para consolarle. Ya que tenía decidido contarles lo mío, podía haber aprovechado la salida de M para hacerlo, pero decidí que cada uno tenía que tener su propio momento.
Mi salida del armario, por tanto, fue la última que tuvimos y creo que la menos esperada, porque con eso del balonmano y demás, yo siempre he sido el bruto del grupo, tanto físicamente como de carácter. El sitio fue curioso, porque salí del armario en un bar de ambiente, jejeje, qué apropiado. Había decidido acompañar a M en su primera salida por el escaso ambiente de Santander (2 pubs, una sauna, una discoteca, alguna playa y lugar de cruising y poco más) y con nostros estaba J y un amigo suyo (A), que nos había acercado en coche hasta allí. Para M todo era nuevo y estaba alucinando con lo que veía y a mí J me debía estar viendo tan fuera de lugar allí, que me explicó que para no tener malos entendidos, aunque ellos se besasen para saludar a otros chicos (J parecía conocer a toda la gente del local), yo les tenía que dar la mano. Entonces llegó el momento en que me presentó al primero y yo le dí dos besos delante de ellos. Me preguntó si no lo había entendido bien y le expliqué que perfectamente, que entre gays 2 besos. Y J me dijo pues nada otro más, que bien nos lo vamos a pasar este curso en Bilbao. Y es que J iba a empezar a estudiar ese año en Bilbao y viviría allí, además muy cerca de mí.
Esa fue mi salida del armario, con M y J. Yo ya les conocía y sabía que el boca a boca llegaría a todos mis amigos y no me equivoqué. Esa misma noche, conocí a A y con el tiempo se convirtió en mi primer novio, pero eso ya para otro día.
CONTINUARÁ...
lunes, 14 de febrero de 2011
Érase mi primer meme: los 7 secretos
Pues nada, ya tengo por aquí el primer Premio-Meme que recibe este humilde blog, de manos de Bo, que lo envía desde su Borrador. Es un regalo un poco envenenado, porque toca desvelar 7 secretos de mi existencia, pero como llevo poco por aquí, casi cualquier cosa de mi vida se podría considerar todavía como secreto. Pero bueno, voy a intentar mojarme y poner alguno que tenga chicha.
- En la universidad era el rey de la chuleta, creo que no hice ni un solo examen sin tener chuleta, aunque no siempre las tuve que utilizar, pero casi.
- Siendo profesor, me he liado con un alumno. Pero tranquilidad, no avisar todavía al defensor del menor, que era un alumno universitario y ya mayor de edad. Quedamos por internet y yo a él no le conocía (las clases eran de 100 alumnos) pero él a mí sí y no me lo dijo hasta que terminamos la faena. Esto fue a principios de curso y quedamos varias veces más, siempre sin ningún tipo de compromiso. Al final se cabreó por la nota que le puse y no volvimos a quedar. Con los años me reconoció que se merecía esa nota y menos.
- He sido infiel y casi me pillan. De hecho, creo que se llegaron a cruzar en el portal, aunque no fue una relación muy seria, de hecho hoy en día no lo cuento ni como relación. A partir de entonces aprendí que no había que andar dando por ahí copias de la llave de casa a tíos con los que llevaba 4 días.
- Nunca me he liado con una tia, bueno por lo menos nunca he pasado de los 4 besitos tontos.
- Tengo que reconocer que veo programas del corazón. Puedo vivir sin ellos, tampoco es que esté enganchado, pero si estoy por casa, pueden estar puestos Sálvame, DEC, La Noria... Vamos que soy toda una maruja, lo que me lleva al siguiente punto.
- Soy un voyeur, un cotilla, una portera... En eso he salido claramente a mi madre, que es la number one en cotilleos de escalera. Me encanta mirar por la ventana, escuchar conversaciones ajenas, ojear en vestuarios, baños, probadores, ...
- De mi lado voyeur también viene el que me haya paseado por cuartos oscuros, de cruising tanto al aire libre como por baños y recientemente he descubierto las saunas y me encantan.
viernes, 11 de febrero de 2011
Érase unos veranos
En el episodio de hoy, el abuelo cebolleta (que es lo que parezco de tanto contar batallitas del pasado) os va a hablar sobre mis veranos universitarios.
Desde pequeñito y, supongo que por mi dificultad a la hora de hacer amigos, mis padres me mandaban siempre de campamento, aunque cada vez a sitios distintos y con empresas, monitores y compañeros distintos.
Después de tantos años, era lógico que me picase el gusanillo y así fue como en el verano entre 1º y 2º de carrera, decidí sacarme el título de monitor de tiempo libre. Para hacerlo, me fui 15 días a un campamento para futuros monitores. Ese verano, quitando esos 15 días, lo pasé con mi amiga LA, porque nos apuntamos a una autoescuela de un familiar suyo (todavía a día de hoy no estoy seguro de quién de todo el personal era su pariente, ni de qué grado de parentesco les une) en Santander, así que nuestro día a día era coger el autobús por la mañana para ir del pueblo a Santander, ir a la autoescuela, ir a la playa y comer por allí, vuelta a la autoescuela y vuelta al pueblo. Finalmente aprobamos el teórico el día después de que unos aviones se estrellasen contra unos edificios muy altos de allende los mares y los tirasen abajo.
El verano de 2º fue en el que estrené el título de monitor que me había sacado el año anterior. Para julio no tenía nada previsto, mis planes eran para Agosto, para trabajar como monitor de chavales con deficiencia psíquica. Una llamada el 30 de junio por la noche, preguntándome que si tenía algo que hacer en el próximo mes, trastocó los planes. Tuve toda la mañana para buscar y preparar las cosas para el campamento, esas cosas que siempre están tan a mano como el saco de dormir, la esterilla, cantimplora... y a las 3 de la tarde estaba como un clavo en el aparcamiento del campo de fútbol del Sardinero para coger el mismo autobús que los chavales y presentarme allí sin conocer a ninguno de mis compañeros. Durante el viaje los críos me preguntaban cosas sobre el campamento y yo tenía que disimular para que no se notase que no tenía ni puñetera idea. A la llegada resultó que el campamento era de temática medieval así que nada más llegar me secuestraron mis compañeros, me pusieron unos ropajes como de caballero del rey Arturo y comenzó una representación durante la cual por lo bajo se me iban presentando.
Mi llegada fue un auténtico cuadro, después ya con más calma hicimos las presentaciones y me explicaron que habían tenido una baja de última hora de un monitor que se había lesionado montando el campamento y un compañero del curso de monitores del año anterior que vendría a trabajar en la 2ª quincena les había dado mi teléfono. Ese mes me lo pasé genial en las dos quincenas que estuve allí. El siguiente un poco menos, porque tuve otros dos campamentos pero con chavales (al menos cuando firmé el contrato, luego resultó que podían ser mis padres) con deficiencia psíquica y eso es bastante duro, desde entonces valoro más a los cuidadores y voluntarios de estas asociaciones.
El verano de 3º fue un auténtico desfase. Por primera vez no me había quedado ninguna para septiembre, así que tenía todo el verano para disfrutar. Comenzó con un viaje a Madrid, con mi compañero de clase y de equipo D y sus amigos. El viaje era para conocer el parque de la Warner que acababan de inaugurar y es que a mi me flipan desde siempre todo esto de las atracciones y montañas rusas y por el norte no tenemos de estas cosas.
Después me fui en julio de monitor a un campamento de la empresa con la que me saqué el título. En esta empresa también había voluntarios de un programa de intercambio europeo o algo así, y me empecé a llevar genial con ellos, así que el mes de agosto me lo pasé con ellos de fiesta en fiesta por España. Yo parecía un guiri más. En las fiestas de Bilbao nos lo pasamos especialmente bien, con mis amigos de allí y quedándonos en el piso que yo acababa de dejar, gracias a la casera tan maja que tenía. También estuve otros 15 días como monitor en otro campamento de la asociación de disminuidos psíquicos, donde volví a confirmar que aquello no era lo mío y decidí no renovar más el contrato.
En el verano de 4º se acabaron los campamentos, porque me lo pasé entero trabajando ya en lo mío, en una empresa de informática de Santander, para hacer las prácticas de la carrera. Ese fue el verano en el que descubrí el amor. Por la mañana curraba con mi compañero de piso Dani y por la tarde a la playita con mi primer novio A, pero eso se merece un apartado especial, más adelante quizás. Ese año A y yo estuvimos un fin de semana en las fiestas de Bilbao y con mis amigos de siempre M y LA, nos fuimos otro fin de semana a los Sanfermines, a dormir literalmente debajo de un puente. Yo recuerdo ese viaje como toda una aventura y personalmente me lo pasé genial. Mis amigos no piensan lo mismo.
Desde pequeñito y, supongo que por mi dificultad a la hora de hacer amigos, mis padres me mandaban siempre de campamento, aunque cada vez a sitios distintos y con empresas, monitores y compañeros distintos.
Después de tantos años, era lógico que me picase el gusanillo y así fue como en el verano entre 1º y 2º de carrera, decidí sacarme el título de monitor de tiempo libre. Para hacerlo, me fui 15 días a un campamento para futuros monitores. Ese verano, quitando esos 15 días, lo pasé con mi amiga LA, porque nos apuntamos a una autoescuela de un familiar suyo (todavía a día de hoy no estoy seguro de quién de todo el personal era su pariente, ni de qué grado de parentesco les une) en Santander, así que nuestro día a día era coger el autobús por la mañana para ir del pueblo a Santander, ir a la autoescuela, ir a la playa y comer por allí, vuelta a la autoescuela y vuelta al pueblo. Finalmente aprobamos el teórico el día después de que unos aviones se estrellasen contra unos edificios muy altos de allende los mares y los tirasen abajo.
El verano de 2º fue en el que estrené el título de monitor que me había sacado el año anterior. Para julio no tenía nada previsto, mis planes eran para Agosto, para trabajar como monitor de chavales con deficiencia psíquica. Una llamada el 30 de junio por la noche, preguntándome que si tenía algo que hacer en el próximo mes, trastocó los planes. Tuve toda la mañana para buscar y preparar las cosas para el campamento, esas cosas que siempre están tan a mano como el saco de dormir, la esterilla, cantimplora... y a las 3 de la tarde estaba como un clavo en el aparcamiento del campo de fútbol del Sardinero para coger el mismo autobús que los chavales y presentarme allí sin conocer a ninguno de mis compañeros. Durante el viaje los críos me preguntaban cosas sobre el campamento y yo tenía que disimular para que no se notase que no tenía ni puñetera idea. A la llegada resultó que el campamento era de temática medieval así que nada más llegar me secuestraron mis compañeros, me pusieron unos ropajes como de caballero del rey Arturo y comenzó una representación durante la cual por lo bajo se me iban presentando.
Mi llegada fue un auténtico cuadro, después ya con más calma hicimos las presentaciones y me explicaron que habían tenido una baja de última hora de un monitor que se había lesionado montando el campamento y un compañero del curso de monitores del año anterior que vendría a trabajar en la 2ª quincena les había dado mi teléfono. Ese mes me lo pasé genial en las dos quincenas que estuve allí. El siguiente un poco menos, porque tuve otros dos campamentos pero con chavales (al menos cuando firmé el contrato, luego resultó que podían ser mis padres) con deficiencia psíquica y eso es bastante duro, desde entonces valoro más a los cuidadores y voluntarios de estas asociaciones.
El verano de 3º fue un auténtico desfase. Por primera vez no me había quedado ninguna para septiembre, así que tenía todo el verano para disfrutar. Comenzó con un viaje a Madrid, con mi compañero de clase y de equipo D y sus amigos. El viaje era para conocer el parque de la Warner que acababan de inaugurar y es que a mi me flipan desde siempre todo esto de las atracciones y montañas rusas y por el norte no tenemos de estas cosas.
Después me fui en julio de monitor a un campamento de la empresa con la que me saqué el título. En esta empresa también había voluntarios de un programa de intercambio europeo o algo así, y me empecé a llevar genial con ellos, así que el mes de agosto me lo pasé con ellos de fiesta en fiesta por España. Yo parecía un guiri más. En las fiestas de Bilbao nos lo pasamos especialmente bien, con mis amigos de allí y quedándonos en el piso que yo acababa de dejar, gracias a la casera tan maja que tenía. También estuve otros 15 días como monitor en otro campamento de la asociación de disminuidos psíquicos, donde volví a confirmar que aquello no era lo mío y decidí no renovar más el contrato.
En el verano de 4º se acabaron los campamentos, porque me lo pasé entero trabajando ya en lo mío, en una empresa de informática de Santander, para hacer las prácticas de la carrera. Ese fue el verano en el que descubrí el amor. Por la mañana curraba con mi compañero de piso Dani y por la tarde a la playita con mi primer novio A, pero eso se merece un apartado especial, más adelante quizás. Ese año A y yo estuvimos un fin de semana en las fiestas de Bilbao y con mis amigos de siempre M y LA, nos fuimos otro fin de semana a los Sanfermines, a dormir literalmente debajo de un puente. Yo recuerdo ese viaje como toda una aventura y personalmente me lo pasé genial. Mis amigos no piensan lo mismo.
LA estaba saliendo con su novio madrileño JL y nos juntamos con él y sus amigos que nos hicieron de anfitriones de las fiestas, porque llevaban ya toda la semana allí. En ese momento su relación estaba fatal y lo estuvieron dejando y volviendo durante todo el finde, con los consiguientes berrinches de LA, que mayoritariamente se los tragó M. Mientras tanto yo estaba de juerga con los amigos de su novio (o ex depende del momento), que me cayeron genial. El problema también cuando lo dejaban era que nos tocaba recoger los petates, que los guardábamos en el coche de JL y marcharnos hasta la estación de autobuses donde nos cambiaron los billetes no sé ni cuantas veces. Al final aguantamos todo el finde allí, a LA le desapareció el móvil. A M lo perdimos una noche entera y yo incluso me atreví a correr (muuuuuy lejos de los toros) uno de los encierros.
El verano se iba acabando, el amor también (el mío con A y poco después el de LA y JL, ya definitivamente) y llegó septiembre con los exámenes. Creo que es la vez que más he tenido que estudiar para septiembre y que, aún así, más asignaturas volví a suspender.
El verano de 5º fue el del fin de las aventuras universitarias. Estuvimos trabajando en la universidad, gracias a una beca, el mes de julio. En agosto nos fuimos a Japón como premio al proyecto fin de carrera. Un viaje de lujo con todos los gastos pagados, que gozada oiga. Y a la vuelta a buscar trabajo. Hasta que lo encontré y en una ciudad nueva para mí, pero eso ya es otra historia.
CONTINUARÁ...
jueves, 10 de febrero de 2011
Érase los últimos años de universidad
Ahora que ya tengo visitas y todo por aquí, me da más cosa seguir escribiendo mis memorias y preferiría empezar a hablar de cosas del día a día, pero ya que he empezado, tocará terminarlas.
En 3º, durante el curso apenas pisé Cantabria y esa sería la tónica general durante el resto de cursos.
En clase las cosas me habían ido de lujo y había conseguido aprobarlo todo en junio. En mi universidad, para pasar de 3º a 4º había que hacerlo limpio, sin ninguna asignatura suspensa y yo lo había conseguido sin mucho esfuerzo, así que tuve un verano de fiesta en fiesta, pero eso lo dejo para otro post específico.
En 3º también se hacía una especie de proyecto de fin de carrera (era el fin de la ingeniería técnica) y yo lo hice con Dani, un antiguo compañero de la residencia de mi compañero de piso y con otra gente de Bilbao que había ido conociendo en los famosos kinitos de clase de los viernes (por fin tenía amigos allí). Hicimos un peazo videojuego en 3D de matar profesores por la facultad y nos pusieron matrícula de honor. Esto no lo pongo por presumir, viene a cuento porque hizo que me cogiesen en un departamento de la facultad como becario docente, así que mi vida se completaba más: alumno, jugador, profesor, entrenador y juerguista. El desfase!!!
Mis compañeros de piso se habían quedado en 3º, porque no consiguieron aprobarlas todas, así que esa fue la excusa perfecta para largarme de aquel piso. Dani y M, otro compañero suyo de la residencia ya tenían uno buscado, pegadito a la universidad y al colegio en el que yo entrenaba y jugaba, así que era el momento, además me llevaba mucho mejor con Dani que con los antiguos compañeros y con M no había tenido mucho trato, pero parecía un tio legal.
Pues así fue mi 4º curso en la universidad, en un nuevo piso con Dani y M, saliendo de juerga todos los findes con D y Dani y nuestros amigos, incluso participé en las fiestas del barrio, ya que el equipo montaba un bar en ellas y me aceptaron a pesar de no hablar ni papa (y entender muy poquito) euskera y es que resulta que en aquellas fiestas se juntaban muchos abertzales, pero todo de buen rollo.
En 5º repetimos piso y compañeros. El verano entre 4º y 5º fue mi salida del armario (eso sí que va para otra entrada), así que aquel curso había que sumar a todo lo de 4º, la etapa más puta de mi vida (en el aspecto sexual). Aún con todo, bueno con todo no, que D y yo decidimos dejar de entrenar al equipo cadete, porque no dábamos a basto, conseguí terminar la carrera en junio. Encima con el proyecto fin de carrera que hice con Dani y con I, el único que llegó con nosotros a 5º de los del proyecto de 3º, conseguimos ganar un importante premio, un viaje a Japón. Y así es como termina la mejor etapa de mi vida, con un vuelo de vuelta de Yokohama, con el título debajo del brazo y con Dani e I a mi lado.
Ahora tenía un problema, de echo me dió un bajón muy gordo durante el viaje. Desde el colegio había tenido claro lo que quería estudiar y todos mis pasos fueron en esa dirección, pero ya lo había terminado y ¿ahora qué? Era la primera vez en mi vida en la que parecía no tener las riendas y eso me asustaba mucho.
CONTINUARÁ...
En 3º, durante el curso apenas pisé Cantabria y esa sería la tónica general durante el resto de cursos.
En clase las cosas me habían ido de lujo y había conseguido aprobarlo todo en junio. En mi universidad, para pasar de 3º a 4º había que hacerlo limpio, sin ninguna asignatura suspensa y yo lo había conseguido sin mucho esfuerzo, así que tuve un verano de fiesta en fiesta, pero eso lo dejo para otro post específico.
En 3º también se hacía una especie de proyecto de fin de carrera (era el fin de la ingeniería técnica) y yo lo hice con Dani, un antiguo compañero de la residencia de mi compañero de piso y con otra gente de Bilbao que había ido conociendo en los famosos kinitos de clase de los viernes (por fin tenía amigos allí). Hicimos un peazo videojuego en 3D de matar profesores por la facultad y nos pusieron matrícula de honor. Esto no lo pongo por presumir, viene a cuento porque hizo que me cogiesen en un departamento de la facultad como becario docente, así que mi vida se completaba más: alumno, jugador, profesor, entrenador y juerguista. El desfase!!!
Mis compañeros de piso se habían quedado en 3º, porque no consiguieron aprobarlas todas, así que esa fue la excusa perfecta para largarme de aquel piso. Dani y M, otro compañero suyo de la residencia ya tenían uno buscado, pegadito a la universidad y al colegio en el que yo entrenaba y jugaba, así que era el momento, además me llevaba mucho mejor con Dani que con los antiguos compañeros y con M no había tenido mucho trato, pero parecía un tio legal.
Pues así fue mi 4º curso en la universidad, en un nuevo piso con Dani y M, saliendo de juerga todos los findes con D y Dani y nuestros amigos, incluso participé en las fiestas del barrio, ya que el equipo montaba un bar en ellas y me aceptaron a pesar de no hablar ni papa (y entender muy poquito) euskera y es que resulta que en aquellas fiestas se juntaban muchos abertzales, pero todo de buen rollo.
En 5º repetimos piso y compañeros. El verano entre 4º y 5º fue mi salida del armario (eso sí que va para otra entrada), así que aquel curso había que sumar a todo lo de 4º, la etapa más puta de mi vida (en el aspecto sexual). Aún con todo, bueno con todo no, que D y yo decidimos dejar de entrenar al equipo cadete, porque no dábamos a basto, conseguí terminar la carrera en junio. Encima con el proyecto fin de carrera que hice con Dani y con I, el único que llegó con nosotros a 5º de los del proyecto de 3º, conseguimos ganar un importante premio, un viaje a Japón. Y así es como termina la mejor etapa de mi vida, con un vuelo de vuelta de Yokohama, con el título debajo del brazo y con Dani e I a mi lado.
Ahora tenía un problema, de echo me dió un bajón muy gordo durante el viaje. Desde el colegio había tenido claro lo que quería estudiar y todos mis pasos fueron en esa dirección, pero ya lo había terminado y ¿ahora qué? Era la primera vez en mi vida en la que parecía no tener las riendas y eso me asustaba mucho.
CONTINUARÁ...
miércoles, 9 de febrero de 2011
Érase los primeros años de universidad
Los años de la universidad son, sin lugar a dudas, los mejores años de mi vida. Lo que los echo de menos!!
Cuando estaba en los últimos años de colegio, mi madre me apuntó a una academia de informática, porque decía que eso iba a ser muy importante en el futuro y yo no había visto un ordenador en mi vida. Ella me apuntó sin tener ni idea del tema, pensando que todos los cursos serían iguales, pero se equivocó. Supongo que me querría apuntar a algo de iniciación a la ofimática, lo típico de windows, word y todo eso, pero a lo que me apuntó realmente fue a introducción a la programación. Y allí estaba yo, sin haber tocado un ordenador en mi vida y aprendiendo a programar, lo que se dice empezar la casa por el tejado. La cuestión es que aquello me enganchó y desde ese momento tuve clara mi vocación, ya sabía lo que quería estudiar.
En mi ciudad no había carrera de informática, así que estaba claro que me tocaría marcharse de casa. Tenía una prima segunda que el año anterior había empezado filología inglesa en una Universidad de la Iglesia en Bilbao y lo hacía yendo y viniendo todos los días en autobús, en una línea específica para la universidad y que salía muy bien de precio, así que lo miramos y tenían la carrera de informática. Pues ya estaba solucionado, me quedaba en mi pueblo y me tocaba chuparme todos los días 4 horas de autobús.
Pues así fue como yo, que siempre había ido a colegios e institutos públicos, acabé estudiando en una universidad de curas. La verdad es que en mi facultad se notaba más bien poco que aquello era de la Iglesia, porque nunca llegamos a ver ni un cura, ni una monja por aquellos pasillos. Supongo que en las facultades de letras sería distinto.
El primer curso fue horrible, el autobús pasaba por mi pueblo a las 6 de la mañana para llegar a clase a las 8 y había muchos días que, a diferencia de la carrera de mi prima, teníamos prácticas por la tarde, así que hasta las 9 ó 10 de la noche no volvía a casa.
Eso fue lo que hizo que decidiese que a partir de 2º me iba de alquiler a Bilbao, porque lo del autobús era inhumano. En 1º había coincidido en el autobús y en clase con un chico super friki, maloliente y muy pesado (en todos los aspectos), que también se cansó del autobús y también conocimos a otros chavales que vivían en una residencia de estudiantes y uno de ellos tampoco estaba a gusto allí y se quería ir a un piso.
Pues nada, nos pusimos de acuerdo los 3 y tras mirar varios pisos, encontramos uno que nos convencía, aunque no estaba muy cerca de la universidad (nos tocaba coger el metro, pero nada en comparación con el dichoso autobús).
Allí pasé de lunes a viernes del 2º curso, pero en cuanto llegaba el fin de semana, cogía la maleta y me volvía a mi pueblo. La vida en aquel piso era del piso a clase y vuelta, prácticamente no hacía vida social por Bilbao y con mis compañeros, la relación era cordial, pero sin más.
En 3º seguimos los 3 en el mismo piso, pero yo tenía claro que tocaba aprovechar el vivir fuera de casa, así que me propuse mejorar la vida social. Todos los viernes ponían carteles en clase anunciando kinitos y la gente se apuntaba, así que uno de esos viernes, sin conocer a nadie de los que se habían apuntado en la lista, allí que puse mi nombre. Y fue todo un éxito, esa noche cambió el resto de mi estancia en la universidad.
Coincidí al lado de un chico (D) que entre vaso y vaso de kalimotxo me comentó que jugaba a balonmano, en un equipo en el que necesitaban gente y yo, que hacía dos años que no jugaba, decidí probar suerte.
Fui un día a que me hiciesen una prueba y resultó que estaban formando un 2º equipo con los despojos de otro, ambos de un colegio de curas de Bilbao, en el que había estudidado D y, la verdad sea dicha, este 2º equipo no era muy bueno que digamos, por lo que pasé la prueba sin problemas y (modestia a parte) enseguida empecé a destacar.
Así que ya tenía planes para entre semana con los entrenamientos después de clase y los partidos de los fines de semana. Pronto D se convirtió en mi mejor amigo en Bilbao y era entrenador del equipo cadete del club.
Yo en el club de mi pueblo también había estado 3 años como entrenador, aunque de niños más pequeños y decidí ser el 2º entrenador de D.
En resúmen, mis años en la universidad iban in-crescendo. 1º, el autobús infernal. 2º, del piso a clase y vuelta. 3º, clase, entrenador, jugador, de fiesta con D y sus amigos y partidos varios y todavía podía mejorar más, pero eso lo dejo para otro día.
CONTINUARÁ...
Cuando estaba en los últimos años de colegio, mi madre me apuntó a una academia de informática, porque decía que eso iba a ser muy importante en el futuro y yo no había visto un ordenador en mi vida. Ella me apuntó sin tener ni idea del tema, pensando que todos los cursos serían iguales, pero se equivocó. Supongo que me querría apuntar a algo de iniciación a la ofimática, lo típico de windows, word y todo eso, pero a lo que me apuntó realmente fue a introducción a la programación. Y allí estaba yo, sin haber tocado un ordenador en mi vida y aprendiendo a programar, lo que se dice empezar la casa por el tejado. La cuestión es que aquello me enganchó y desde ese momento tuve clara mi vocación, ya sabía lo que quería estudiar.
En mi ciudad no había carrera de informática, así que estaba claro que me tocaría marcharse de casa. Tenía una prima segunda que el año anterior había empezado filología inglesa en una Universidad de la Iglesia en Bilbao y lo hacía yendo y viniendo todos los días en autobús, en una línea específica para la universidad y que salía muy bien de precio, así que lo miramos y tenían la carrera de informática. Pues ya estaba solucionado, me quedaba en mi pueblo y me tocaba chuparme todos los días 4 horas de autobús.
Pues así fue como yo, que siempre había ido a colegios e institutos públicos, acabé estudiando en una universidad de curas. La verdad es que en mi facultad se notaba más bien poco que aquello era de la Iglesia, porque nunca llegamos a ver ni un cura, ni una monja por aquellos pasillos. Supongo que en las facultades de letras sería distinto.
El primer curso fue horrible, el autobús pasaba por mi pueblo a las 6 de la mañana para llegar a clase a las 8 y había muchos días que, a diferencia de la carrera de mi prima, teníamos prácticas por la tarde, así que hasta las 9 ó 10 de la noche no volvía a casa.
Eso fue lo que hizo que decidiese que a partir de 2º me iba de alquiler a Bilbao, porque lo del autobús era inhumano. En 1º había coincidido en el autobús y en clase con un chico super friki, maloliente y muy pesado (en todos los aspectos), que también se cansó del autobús y también conocimos a otros chavales que vivían en una residencia de estudiantes y uno de ellos tampoco estaba a gusto allí y se quería ir a un piso.
Pues nada, nos pusimos de acuerdo los 3 y tras mirar varios pisos, encontramos uno que nos convencía, aunque no estaba muy cerca de la universidad (nos tocaba coger el metro, pero nada en comparación con el dichoso autobús).
Allí pasé de lunes a viernes del 2º curso, pero en cuanto llegaba el fin de semana, cogía la maleta y me volvía a mi pueblo. La vida en aquel piso era del piso a clase y vuelta, prácticamente no hacía vida social por Bilbao y con mis compañeros, la relación era cordial, pero sin más.
En 3º seguimos los 3 en el mismo piso, pero yo tenía claro que tocaba aprovechar el vivir fuera de casa, así que me propuse mejorar la vida social. Todos los viernes ponían carteles en clase anunciando kinitos y la gente se apuntaba, así que uno de esos viernes, sin conocer a nadie de los que se habían apuntado en la lista, allí que puse mi nombre. Y fue todo un éxito, esa noche cambió el resto de mi estancia en la universidad.
Coincidí al lado de un chico (D) que entre vaso y vaso de kalimotxo me comentó que jugaba a balonmano, en un equipo en el que necesitaban gente y yo, que hacía dos años que no jugaba, decidí probar suerte.
Fui un día a que me hiciesen una prueba y resultó que estaban formando un 2º equipo con los despojos de otro, ambos de un colegio de curas de Bilbao, en el que había estudidado D y, la verdad sea dicha, este 2º equipo no era muy bueno que digamos, por lo que pasé la prueba sin problemas y (modestia a parte) enseguida empecé a destacar.
Así que ya tenía planes para entre semana con los entrenamientos después de clase y los partidos de los fines de semana. Pronto D se convirtió en mi mejor amigo en Bilbao y era entrenador del equipo cadete del club.
Yo en el club de mi pueblo también había estado 3 años como entrenador, aunque de niños más pequeños y decidí ser el 2º entrenador de D.
En resúmen, mis años en la universidad iban in-crescendo. 1º, el autobús infernal. 2º, del piso a clase y vuelta. 3º, clase, entrenador, jugador, de fiesta con D y sus amigos y partidos varios y todavía podía mejorar más, pero eso lo dejo para otro día.
CONTINUARÁ...
martes, 8 de febrero de 2011
Érase un grupo de amigos
La verdad es que en el arranque del blog parezco más el narrador de la serie Cuéntame, que un bloggero del 2011, pero nada, de momento seguimos con la historia antigua. Hoy en concreto os hablaré de mi grupo de amigos y es que en vez de cuadrilla (como se estila por el norte), nosotros nos llamábamos EL GRUPO, que desde fuera suena a secta que tira para atrás, pero allí que me metí yo sin pensarlo.
Como anticipé en el post anterior, en bachillerato me reencontré con mi antigua compañera del cole, de la otra clase, LB (No son sus iniciales, bueno la L sí, la B es un adjetivo calificativo). Un viernes que yo no tenía plan, me dijo en clase que por qué no me iba con ella y sus amigos después de entrenar, a tomar algo y sin pensarlo, acepté.
Como ya he comentado, tenía varios compañeros del equipo de balonmano, de los mayores, que estaban en el grupo, así que cuando terminamos de entrenar y estábamos en las duchas, ellos estaban comentando lo que iban a hacer esa noche y allí les solté que esta noche me iba con ellos, que me había invitado LB.
Debíamos haber empezado la temporada ya, porque me suena que el grupo había venido a vernos a algún partido, por lo que por lo menos de vista nos conocíamos casi todos. Esa noche cuando salimos del vestuario nos estaban esperando las chicas del grupo en la puerta y cuando me vieron salir con ellos, pude oir perfectamente cómo una de las chicas le decía a LB "Ah, era este el que se venía, pues vaya". Creo que hasta hoy no le había dicho nada a nadie sobre el comentario, pero vamos, que empezaba bien la noche, valiente arpía.
A diferencia de mis amigos anteriores, con los que íbamos al cine y a las recreativas, estos eran más mayores y ya la primera noche, el plan fue ir a beber, pero no a cualquier sitio. En el pueblo, por aquel entonces empezaba tímidamente lo que luego se pasó a conocer como botellón, aunque en Cantabria le seguimos diciendo "ir de litros". A parte de eso, también había algunos bares de moda entre la juventud, que se caracterizaban por vender alcohol (básicamente kalimotxo o cerveceza) en recipientes industriales (allí se llaman katxis, en Madrid minis) y acompañarlos de dados para jugar a juegos de beber (el kinito, sobre todo, o la versión más simple "El señor del 3"). Pero como digo, el grupo era raro en todo y no iba a ninguno de estos dos sitios. Nosotros íbamos al típico bar de viejos y ocupábamos en exclusiva toda su parte superior. Excepto los días que había partido, porque era arriba donde estaba la tele.
En la bebida tampoco éramos como los demás, porque nosotros en vez de tomarnos cerveza o kalimotxo, nos tomábamos exóticas combinaciones de refreso y licor ideadas por nosotros mismos, ahora eso sí, el tamaño era el mismo: katxi/mini.
La primera noche, en ese bar me reencontré (aunque brevemente, porque se fue muy pronto) con mi amor platónico del cole N. Y con mucha gente a la que me presentaron y con gente que fue llegando en esa noche y en noches, meses y años sucesivos.
El grupo estaba formado por chicos y chicas, cosa rarísima por el norte, todavía hoy en día. Con el tiempo fuimos cambiando el bar de viejos por las discotecas de pueblos vecinos y no tan vecinos, menudas peregrinaciones que nos marcábamos en tren. Incluso íbamos a la discoteca el domingo, a Solares, el pueblo del agua embotellada. Ahora eso sí, había que coger el tren de vuelta de las 22:30 para llegar a las 23 a casa como clavos, que al día siguiente había que ir al instituto. Y encima había que aparentar durante la cena no haber ingerido ni gota de alcohol, cosa más complicada unos días que otros.
El grupo iba creciendo por momentos, unos llegaban (como amigos de amigos) y otros desaparecían (normalmente tras haber acabado como el rosario de la aurora con algún otro miembro/a). Los ligues y primeros folleteos estaban a la orden del día, menos para un servidor, que ya empezaba a tener claro que eso no era lo suyo.
Para esto de los emparejamientos y, sobretodo, de los folleteos, jugó un papel muy importante el local que el ayuntamiento nos había cedido, porque supuestamente nos constituimos como escuela de teatro. Oficialmente era la casa de cultura, para nosotros era el follódromo. Todo un lujo, teníamos la primera planta entera de un antiguo chalet que se había quedado en mitad de un parque (sin vecinos) y que los fines de semana ninguna otra asociación utilizaba. Si esas paredes hablasen!!!
Allí eran frecuentes las fiestas con bebercio, musicota y desfase hormonal. No sé muy bien cómo, creo que como atrezo para funciones de teatro que nunca se llegaron a estrenar, pero allí acabó habiendo una camilla de hospital, varias butacas y sofás y el no va más, una cama. Creo que todavía hoy debe haber riesgo de embarazo con sólo sentarse en ella XD
Pero todo tiene un fin y con el nacimiento de parejas más o menos formales (sólo una de ellas dura hoy en día) y broncas entre las parejas que cortaban (casi todas) la cosa se fue desvaneciendo y a día de hoy, de aquel grupo, quedamos como amigos: las niñas del cole LB y N, otra amiga a la que llamaremos LA (comparte L con la anterior, por eso los adjetivos) y los maricas M, JF y yo, porque sí, en aquel grupo que tenía de todo, también había gays, pero todos bien a fondo en el armario, aunque eso lo dejaremos para otro relato.
CONTINUARÁ...
Como anticipé en el post anterior, en bachillerato me reencontré con mi antigua compañera del cole, de la otra clase, LB (No son sus iniciales, bueno la L sí, la B es un adjetivo calificativo). Un viernes que yo no tenía plan, me dijo en clase que por qué no me iba con ella y sus amigos después de entrenar, a tomar algo y sin pensarlo, acepté.
Como ya he comentado, tenía varios compañeros del equipo de balonmano, de los mayores, que estaban en el grupo, así que cuando terminamos de entrenar y estábamos en las duchas, ellos estaban comentando lo que iban a hacer esa noche y allí les solté que esta noche me iba con ellos, que me había invitado LB.
Debíamos haber empezado la temporada ya, porque me suena que el grupo había venido a vernos a algún partido, por lo que por lo menos de vista nos conocíamos casi todos. Esa noche cuando salimos del vestuario nos estaban esperando las chicas del grupo en la puerta y cuando me vieron salir con ellos, pude oir perfectamente cómo una de las chicas le decía a LB "Ah, era este el que se venía, pues vaya". Creo que hasta hoy no le había dicho nada a nadie sobre el comentario, pero vamos, que empezaba bien la noche, valiente arpía.
A diferencia de mis amigos anteriores, con los que íbamos al cine y a las recreativas, estos eran más mayores y ya la primera noche, el plan fue ir a beber, pero no a cualquier sitio. En el pueblo, por aquel entonces empezaba tímidamente lo que luego se pasó a conocer como botellón, aunque en Cantabria le seguimos diciendo "ir de litros". A parte de eso, también había algunos bares de moda entre la juventud, que se caracterizaban por vender alcohol (básicamente kalimotxo o cerveceza) en recipientes industriales (allí se llaman katxis, en Madrid minis) y acompañarlos de dados para jugar a juegos de beber (el kinito, sobre todo, o la versión más simple "El señor del 3"). Pero como digo, el grupo era raro en todo y no iba a ninguno de estos dos sitios. Nosotros íbamos al típico bar de viejos y ocupábamos en exclusiva toda su parte superior. Excepto los días que había partido, porque era arriba donde estaba la tele.
En la bebida tampoco éramos como los demás, porque nosotros en vez de tomarnos cerveza o kalimotxo, nos tomábamos exóticas combinaciones de refreso y licor ideadas por nosotros mismos, ahora eso sí, el tamaño era el mismo: katxi/mini.
La primera noche, en ese bar me reencontré (aunque brevemente, porque se fue muy pronto) con mi amor platónico del cole N. Y con mucha gente a la que me presentaron y con gente que fue llegando en esa noche y en noches, meses y años sucesivos.
El grupo estaba formado por chicos y chicas, cosa rarísima por el norte, todavía hoy en día. Con el tiempo fuimos cambiando el bar de viejos por las discotecas de pueblos vecinos y no tan vecinos, menudas peregrinaciones que nos marcábamos en tren. Incluso íbamos a la discoteca el domingo, a Solares, el pueblo del agua embotellada. Ahora eso sí, había que coger el tren de vuelta de las 22:30 para llegar a las 23 a casa como clavos, que al día siguiente había que ir al instituto. Y encima había que aparentar durante la cena no haber ingerido ni gota de alcohol, cosa más complicada unos días que otros.
El grupo iba creciendo por momentos, unos llegaban (como amigos de amigos) y otros desaparecían (normalmente tras haber acabado como el rosario de la aurora con algún otro miembro/a). Los ligues y primeros folleteos estaban a la orden del día, menos para un servidor, que ya empezaba a tener claro que eso no era lo suyo.
Para esto de los emparejamientos y, sobretodo, de los folleteos, jugó un papel muy importante el local que el ayuntamiento nos había cedido, porque supuestamente nos constituimos como escuela de teatro. Oficialmente era la casa de cultura, para nosotros era el follódromo. Todo un lujo, teníamos la primera planta entera de un antiguo chalet que se había quedado en mitad de un parque (sin vecinos) y que los fines de semana ninguna otra asociación utilizaba. Si esas paredes hablasen!!!
Allí eran frecuentes las fiestas con bebercio, musicota y desfase hormonal. No sé muy bien cómo, creo que como atrezo para funciones de teatro que nunca se llegaron a estrenar, pero allí acabó habiendo una camilla de hospital, varias butacas y sofás y el no va más, una cama. Creo que todavía hoy debe haber riesgo de embarazo con sólo sentarse en ella XD
Pero todo tiene un fin y con el nacimiento de parejas más o menos formales (sólo una de ellas dura hoy en día) y broncas entre las parejas que cortaban (casi todas) la cosa se fue desvaneciendo y a día de hoy, de aquel grupo, quedamos como amigos: las niñas del cole LB y N, otra amiga a la que llamaremos LA (comparte L con la anterior, por eso los adjetivos) y los maricas M, JF y yo, porque sí, en aquel grupo que tenía de todo, también había gays, pero todos bien a fondo en el armario, aunque eso lo dejaremos para otro relato.
CONTINUARÁ...
Érase un instituto
La LOGSE nos pilló como conejillos de indias, así que cuando acabamos 8º de EGB pasamos al instituto a 3º de ESO. Ese año, de todos los colegios de Cantabria (creo que fuimos de las primeras comunidades en aplicarlo) pasamos al instituto los que acabábamos de terminar 6º, 7º y 8º, así que los colegios se vaciaron y los institutos se llenaron de golpe.
En la zona urbana de mi pueblo había 4 colegios y 2 institutos: el de BUP y el de FP, pero ese año los 2 institutos se quedaban cortos, así que decidieron reabrir el antiguo de BUP, que pocos años antes había cerrado por lo anticuado que se había quedado.
Por sorteo, a los de mi colegio y a la mitad de alumnos de otro, nos tocó reinaugurar ese instituto. Y si años atrás se había quedado desfasado, no os quiero ni contar en qué condiciones tuvimos que estudiar eso de la ESO.
Lo bueno de todo, es que éramos los primeros en volver a ir allí, así que si en el cole éramos los mayores, en el instituto lo seguíamos siendo, porque el primer año sólo había 1º, 2º y 3º de ESO y al año siguiente, cuando pasamos de curso, sería cuando empezase a darse también 4º y lo mismo con el bachillerato, pero ahí yo ya decidí abandonar el barco.
Mi vida social en este primer instituto mejoró algo. Yo al terminar el cole ya me había convertido en el capitán del equipo de balonmano y, por suerte, casi todos los compañeros del equipo coincidimos en clase en el instituto, así que hicimos pandilla y quedábamos para salir y todo, por el recien inaugurado centro comercial del pueblo, con sus multicines y sus recreativas.
Ya desde el colegio, empecé a ir a una academia de informática y tuve claro que aquello iba a ser lo mío. Para ello, la mejor opción de bachillerato era la tecnológica (Creo que ahora ya no existe) pero cuando acabé la ESO y nos dijeron las modalidades de bachillerato que se iban a dar en mi instituto, la tecnológica no estaba, así que tocó cambio de centro, en concreto al de FP, donde anteriormente se juntaba lo mejor del pueblo, los que no querían estudiar.
El resto de mis amigos y compañeros de equipo se quedaron en el otro instituto, así que me tocó empezar de cero. En el equipo también hubo cambios, porque dejamos de ser los mayores del equipo cadete para ser los pequeños del equipo juvenil y otra vez tuve suerte, porque los mayores de mi nuevo equipo estudiaban en mi nuevo instituto, aunque al principio, fuera de los entrenamientos y partidos, no teníamos trato.
En mi nueva clase, me reencontré con mi amiga LB (la de la otra clase del cole) que, creo recordar que por seguir los pasos de su hermana mayor, no había venido con nostros en el cambio del cole al instituto y fue ella la que me invitó a salir con su cuadrilla de amigos, de la que casualmente formaban parte mis nuevos compañeros de equipo. Esta cuadrilla la verdad es que era totalmente atípica, así que le dedicaré un post más adelante.
De momento sigo con el instituto, donde durante la ESO no hacía falta ni estudiar, porque se aprobaba con la gorra (espero que con los años haya subido un poco el nivel), pero en el bachillerato la cosa cambiaba y mucho. Creo que es donde más he tenido que hincar los codos para aprobar, incluida la universidad.
En el bachillerato tecnológico se juntaron un montón de gente que pensaban que iba a ser más fácil que las otras opciones y que no querían ir a la universidad, sino a un módulo superior. El problema era que los profesores eran comunes a todas las demás opciones y aunque las clases iban mucho más lentas, nos exigían a todos lo mismo para aprobar, así que tocaba ponerse las pilas.
De mi clase de 2º, creo que en junio sólo aprobamos 5 personas de 30, de las cuales sólo 2 hicimos la selectividad, yo con la tranquilidad de que ya tenía plaza en una universidad privada de Bilbao, así que me valía con sacar un 5 y lo conseguí. Y fui a la universidad, pero eso otro día.
CONTINUARÁ...
En la zona urbana de mi pueblo había 4 colegios y 2 institutos: el de BUP y el de FP, pero ese año los 2 institutos se quedaban cortos, así que decidieron reabrir el antiguo de BUP, que pocos años antes había cerrado por lo anticuado que se había quedado.
Por sorteo, a los de mi colegio y a la mitad de alumnos de otro, nos tocó reinaugurar ese instituto. Y si años atrás se había quedado desfasado, no os quiero ni contar en qué condiciones tuvimos que estudiar eso de la ESO.
Lo bueno de todo, es que éramos los primeros en volver a ir allí, así que si en el cole éramos los mayores, en el instituto lo seguíamos siendo, porque el primer año sólo había 1º, 2º y 3º de ESO y al año siguiente, cuando pasamos de curso, sería cuando empezase a darse también 4º y lo mismo con el bachillerato, pero ahí yo ya decidí abandonar el barco.
Mi vida social en este primer instituto mejoró algo. Yo al terminar el cole ya me había convertido en el capitán del equipo de balonmano y, por suerte, casi todos los compañeros del equipo coincidimos en clase en el instituto, así que hicimos pandilla y quedábamos para salir y todo, por el recien inaugurado centro comercial del pueblo, con sus multicines y sus recreativas.
Ya desde el colegio, empecé a ir a una academia de informática y tuve claro que aquello iba a ser lo mío. Para ello, la mejor opción de bachillerato era la tecnológica (Creo que ahora ya no existe) pero cuando acabé la ESO y nos dijeron las modalidades de bachillerato que se iban a dar en mi instituto, la tecnológica no estaba, así que tocó cambio de centro, en concreto al de FP, donde anteriormente se juntaba lo mejor del pueblo, los que no querían estudiar.
El resto de mis amigos y compañeros de equipo se quedaron en el otro instituto, así que me tocó empezar de cero. En el equipo también hubo cambios, porque dejamos de ser los mayores del equipo cadete para ser los pequeños del equipo juvenil y otra vez tuve suerte, porque los mayores de mi nuevo equipo estudiaban en mi nuevo instituto, aunque al principio, fuera de los entrenamientos y partidos, no teníamos trato.
En mi nueva clase, me reencontré con mi amiga LB (la de la otra clase del cole) que, creo recordar que por seguir los pasos de su hermana mayor, no había venido con nostros en el cambio del cole al instituto y fue ella la que me invitó a salir con su cuadrilla de amigos, de la que casualmente formaban parte mis nuevos compañeros de equipo. Esta cuadrilla la verdad es que era totalmente atípica, así que le dedicaré un post más adelante.
De momento sigo con el instituto, donde durante la ESO no hacía falta ni estudiar, porque se aprobaba con la gorra (espero que con los años haya subido un poco el nivel), pero en el bachillerato la cosa cambiaba y mucho. Creo que es donde más he tenido que hincar los codos para aprobar, incluida la universidad.
En el bachillerato tecnológico se juntaron un montón de gente que pensaban que iba a ser más fácil que las otras opciones y que no querían ir a la universidad, sino a un módulo superior. El problema era que los profesores eran comunes a todas las demás opciones y aunque las clases iban mucho más lentas, nos exigían a todos lo mismo para aprobar, así que tocaba ponerse las pilas.
De mi clase de 2º, creo que en junio sólo aprobamos 5 personas de 30, de las cuales sólo 2 hicimos la selectividad, yo con la tranquilidad de que ya tenía plaza en una universidad privada de Bilbao, así que me valía con sacar un 5 y lo conseguí. Y fui a la universidad, pero eso otro día.
CONTINUARÁ...
lunes, 7 de febrero de 2011
Érase un colegio
Aquí sigo con mi autobiografía, porque el arranque del blog está pareciendo más una autobiografía que otra cosa. Yo lo único que quería era presentarme un poco, pero hay que ver lo que me enrollo...
Mis años de estudiante arrancaron en el colegio nuevo del pueblo. De hecho fuimos la única generación que cumplió todo su preescolar y EGB en ese centro. Empezamos 1º de preescolar (ni idea de cómo se llama ahora) el curso en el que se inauguró y fuimos los últimos en cursar allí 8º de EGB (ahora 2º de ESO) porque el año en el que acabábamos, nos pasaron a los de 6º, 7º y 8º de golpe al instituto.
Del colegio tengo buenos recuerdos. Como estudiante tengo que decir que sin ponerle demasiado esfuerzo, sacaba muy buenas notas. Bueno, lo cierto es que eso siempre ha sido así, desde el cole a la universidad, pasando por mis 2 institutos. No me hacía falta dedicarle muchas horas, pero siempre quedaba como un empollón.
En el cole no tenía problemas para relacionarme con la gente y jugar en los recreos e ir y venir a casa acompañado. La cosa cambiaba fuera de allí, que es cuando me convertía en un ser bastante asocial.
No era de los típicos niños que se pasan la vida jugando en la calle, más bien era de los que veía desde la ventana lo bien se lo pasaban el resto. La verdad es que mi agenda extraescolar no me lo ponía fácil, porque entre semana me dedicaba a las clases de inglés, el taller de cerámica, la informática y el deporte, primero el baloncesto, donde a pesar de mi altura fui un fracaso absoluto y después el balonmano, donde llegué a ser una joven promesa a nivel local.
Si esto era entre semana, los fines de semana tampoco se quedaban atrás, ya que los pasaba entre las competiciones deportivas y la iglesia del pueblo. Sí, lo habéis leído bien (si es que algún lector aparece por aquí y lo lee). Es lo que tiene tener una madre catequista, que acabas llendo a catequesis desde antes de la 1ª comunión hasta la confirmación, casi con la mayoría de edad. Y por si eso fuera poco, a uno se le despierta la vena artística y empieza a cantar en el coro de niños y ya para rematar, se mete a monaguillo. La verdad es que eso debió ser la puntilla para mi, ya anteriormente escasa, vida social.
Haciendo un examen ahora que han pasado los años, creo que el problema debía ser mi escaso interés y nulas aptitudes para el fútbol y las niñas, piezas claves en el divertimento de mis compañeros fuera del cole.
Lo del fútbol me ha seguido pasando durante toda la vida y lo del interés en las niñas... pues como que ha ido incluso a peor, ya me entendéis.
En los primeros años del cole, como todos los chicos, andaba detrás de una compañera. La verdad es que no sé muy bien por qué le tocó a ella y no a otra, pero el caso es que era a mi compañera N a la que daba el coñazo y era ella la que me daba a mi las calabazas.
Y hay que ver lo caprichoso que es el destino, que años después nos reencontramos y ahora es una de mis mejoresmariliendres amigas. También entre mis amigas actuales anda otra niña del cole (LB) pero ella iba a la otra clase y, por aquel entonces, y dada la gran rivalidad que vivíamos en el recreo, los de A casi no hablábamos con los de B.
Del resto de compañeros ni idea. Ahora por el facebook me ha agregado alguno e incluso me han invitado a la cena de antiguos alumnos que se va a celebrar este año, con motivo del 25 aniversario del cole, pero todavía no sé si iré.
CONTINUARÁ...
Mis años de estudiante arrancaron en el colegio nuevo del pueblo. De hecho fuimos la única generación que cumplió todo su preescolar y EGB en ese centro. Empezamos 1º de preescolar (ni idea de cómo se llama ahora) el curso en el que se inauguró y fuimos los últimos en cursar allí 8º de EGB (ahora 2º de ESO) porque el año en el que acabábamos, nos pasaron a los de 6º, 7º y 8º de golpe al instituto.
Del colegio tengo buenos recuerdos. Como estudiante tengo que decir que sin ponerle demasiado esfuerzo, sacaba muy buenas notas. Bueno, lo cierto es que eso siempre ha sido así, desde el cole a la universidad, pasando por mis 2 institutos. No me hacía falta dedicarle muchas horas, pero siempre quedaba como un empollón.
En el cole no tenía problemas para relacionarme con la gente y jugar en los recreos e ir y venir a casa acompañado. La cosa cambiaba fuera de allí, que es cuando me convertía en un ser bastante asocial.
No era de los típicos niños que se pasan la vida jugando en la calle, más bien era de los que veía desde la ventana lo bien se lo pasaban el resto. La verdad es que mi agenda extraescolar no me lo ponía fácil, porque entre semana me dedicaba a las clases de inglés, el taller de cerámica, la informática y el deporte, primero el baloncesto, donde a pesar de mi altura fui un fracaso absoluto y después el balonmano, donde llegué a ser una joven promesa a nivel local.
Si esto era entre semana, los fines de semana tampoco se quedaban atrás, ya que los pasaba entre las competiciones deportivas y la iglesia del pueblo. Sí, lo habéis leído bien (si es que algún lector aparece por aquí y lo lee). Es lo que tiene tener una madre catequista, que acabas llendo a catequesis desde antes de la 1ª comunión hasta la confirmación, casi con la mayoría de edad. Y por si eso fuera poco, a uno se le despierta la vena artística y empieza a cantar en el coro de niños y ya para rematar, se mete a monaguillo. La verdad es que eso debió ser la puntilla para mi, ya anteriormente escasa, vida social.
Haciendo un examen ahora que han pasado los años, creo que el problema debía ser mi escaso interés y nulas aptitudes para el fútbol y las niñas, piezas claves en el divertimento de mis compañeros fuera del cole.
Lo del fútbol me ha seguido pasando durante toda la vida y lo del interés en las niñas... pues como que ha ido incluso a peor, ya me entendéis.
En los primeros años del cole, como todos los chicos, andaba detrás de una compañera. La verdad es que no sé muy bien por qué le tocó a ella y no a otra, pero el caso es que era a mi compañera N a la que daba el coñazo y era ella la que me daba a mi las calabazas.
Y hay que ver lo caprichoso que es el destino, que años después nos reencontramos y ahora es una de mis mejores
Del resto de compañeros ni idea. Ahora por el facebook me ha agregado alguno e incluso me han invitado a la cena de antiguos alumnos que se va a celebrar este año, con motivo del 25 aniversario del cole, pero todavía no sé si iré.
CONTINUARÁ...
miércoles, 2 de febrero de 2011
Érase una infancia
1.991 creo que fue un año muy importante para mí, un año de grandes cambios, tanto para bien como para mal.
Mis padres, unos años antes habían vendido el piso de Santander y se habían comprado otro en el mismo pueblo de mis abuelos. Al poco de tener ese piso, a mi padre le diagnosticaron lo que a mi me dijeron que era una "cosilla" sin importancia y que con los años fue derivando en un cáncer en la garganta, que acabó dejándolo sólo con una cuerda vocal y ronco de por vida.
"Gracias" a la enfermedad de mi padre, a mi madre le concedieron el traslado provisional a Santander, para que lo pudiese atender y finalmente ese traslado se convirtió en definitivo, así que pasamos a ser una familia un poco más estructurada y ya vivíamos los 3 juntos.
El año pasado mi madre me contó que por aquel entonces se quedó embarazada, pero que decidieron interrumpir el embarazo, porque todavía no tenía el traslado y no se veía con fuerzas de hacer frente al problema de mi padre, un piso a medio pagar, a vivirlo todo desde la distancia y encima cuidar de una criatura. La verdad es que (dejando a parte las consideraciones morales sobre el aborto en sí mismo) lo veo una decisión totalmente justificada, aunque la verdad es que me habría gustado no ser hijo único.
Ese año, en medio de todas esas circunstancias, hice la primera comunión, aunque casi no llego vivo, porque justo 3 días antes, jugando en las obras de unos pisos que estaban construyendo en un descampado frente a mi nueva casa, me caí por el hueco del ascensor desde el 2º o 3º, no lo recuerdo exactamente. Lo que sí sé es que acabé en los garajes, que menos mal que con lo que había llovido estaban inundados y aunque todavía no se me daba muy bien eso de nadar, los chicos mayores con los que estaba jugando fueron capaces de sacarme de allí.
En el verano de ese año también me dí cuenta de que era gay. Bueno realmente de lo único que me dí cuenta es de que, viendo los vigilantes de la playa, yo no hacía ni puñetero caso a las tetas de Pamela Anderson y me quedaba embobado con las chocolatinas de los socorristas. Supongo que fui un poco precoz en el despertar a mi sexualidad, pero ya digo que tampoco es que fuese plenamente consciente. La consciencia de lo que me pasaba tardó en llegar yo creo que hasta el instituto y la plena aceptación no se produjo hasta la universidad, pero eso lo dejamos para otro día, que estoy corriendo demasiado.
CONTINUARÁ...
Mis padres, unos años antes habían vendido el piso de Santander y se habían comprado otro en el mismo pueblo de mis abuelos. Al poco de tener ese piso, a mi padre le diagnosticaron lo que a mi me dijeron que era una "cosilla" sin importancia y que con los años fue derivando en un cáncer en la garganta, que acabó dejándolo sólo con una cuerda vocal y ronco de por vida.
"Gracias" a la enfermedad de mi padre, a mi madre le concedieron el traslado provisional a Santander, para que lo pudiese atender y finalmente ese traslado se convirtió en definitivo, así que pasamos a ser una familia un poco más estructurada y ya vivíamos los 3 juntos.
El año pasado mi madre me contó que por aquel entonces se quedó embarazada, pero que decidieron interrumpir el embarazo, porque todavía no tenía el traslado y no se veía con fuerzas de hacer frente al problema de mi padre, un piso a medio pagar, a vivirlo todo desde la distancia y encima cuidar de una criatura. La verdad es que (dejando a parte las consideraciones morales sobre el aborto en sí mismo) lo veo una decisión totalmente justificada, aunque la verdad es que me habría gustado no ser hijo único.
Ese año, en medio de todas esas circunstancias, hice la primera comunión, aunque casi no llego vivo, porque justo 3 días antes, jugando en las obras de unos pisos que estaban construyendo en un descampado frente a mi nueva casa, me caí por el hueco del ascensor desde el 2º o 3º, no lo recuerdo exactamente. Lo que sí sé es que acabé en los garajes, que menos mal que con lo que había llovido estaban inundados y aunque todavía no se me daba muy bien eso de nadar, los chicos mayores con los que estaba jugando fueron capaces de sacarme de allí.
En el verano de ese año también me dí cuenta de que era gay. Bueno realmente de lo único que me dí cuenta es de que, viendo los vigilantes de la playa, yo no hacía ni puñetero caso a las tetas de Pamela Anderson y me quedaba embobado con las chocolatinas de los socorristas. Supongo que fui un poco precoz en el despertar a mi sexualidad, pero ya digo que tampoco es que fuese plenamente consciente. La consciencia de lo que me pasaba tardó en llegar yo creo que hasta el instituto y la plena aceptación no se produjo hasta la universidad, pero eso lo dejamos para otro día, que estoy corriendo demasiado.
CONTINUARÁ...
martes, 1 de febrero de 2011
Érase un nacimiento
Aunque muy poca gente lo sabe, nací en el centro de Bilbao por accidente, porque se vé que tenía prisa por llegar al mundo y mi madre se estaba ganando las lentejas allí. Eran otros tiempos (el año de Naranjito) y la autovía Bilbao - Santander todavía no debía estar ni en proyecto. La verdad es que las comunicaciones entre Cantabria y cualquier punto de la geografía siempre han sido horribles, aunque parece que por fin se van poniendo las pilas... pero eso es tema para otra entrada, que me disperso.
Estábamos en que mi culo (porque alguien como yo, lógicamente tenía que venir de culo) ya casi estaba asomando y mi padre estaba empeñado en que se llevasen a mi madre como fuese hasta su Santander natal, pero claro los médicos lo desaconsejaron totalmente y yo nací, cesárea mediante, en Las Vascongadas. La verdad es que nunca le he preguntado a mi padre por qué no quería un hijo vasco, pero al final se medio-salió con la suya, porque gracias a conocidos varios, lo pudieron apañar para que en todas partes figure Santander como mi lugar de nacimiento.
A mi nunca me contaron esta historia hasta que, casualidades de la vida, les dije que quería ir a estudiar la carrera a Bilbao. ¿Será que realmente a uno le tira su tierra? Sinceramente, no lo creo, porque yo considero que mi tierra es Cantabria (Infinita, como dicen ahora los spots de turismo). Vamos, que soy de la opinión de que la vaca es de donde pace, no de donde nace.
En concreto yo pací (creo que se dice así) en un pueblo cercano a Santander, que gracias a la burbuja inmobiliaria, ahora se ha convertido en su ciudad dormitorio. Mis padres vivían en rompan filas (luego con los años ya las romperían del todo, pero eso lo dejo para más adelante) y sólo se veían en los fines de semana. Entre semana mi padre trabajaba en Santander, mi madre en Bilbao y yo crecía (y vaya si lo hice) a la vera de mis abuelos, en el pueblo. Creo que ahora a eso se le llamaría una familia desestructurada, pero sólo entre semana, porque los fines de semana nos juntábamos los 3, a ser felices y comer perdices, en el pisito familiar de Santander, hasta que lo vendieron.
CONTINUARÁ...
Estábamos en que mi culo (porque alguien como yo, lógicamente tenía que venir de culo) ya casi estaba asomando y mi padre estaba empeñado en que se llevasen a mi madre como fuese hasta su Santander natal, pero claro los médicos lo desaconsejaron totalmente y yo nací, cesárea mediante, en Las Vascongadas. La verdad es que nunca le he preguntado a mi padre por qué no quería un hijo vasco, pero al final se medio-salió con la suya, porque gracias a conocidos varios, lo pudieron apañar para que en todas partes figure Santander como mi lugar de nacimiento.
A mi nunca me contaron esta historia hasta que, casualidades de la vida, les dije que quería ir a estudiar la carrera a Bilbao. ¿Será que realmente a uno le tira su tierra? Sinceramente, no lo creo, porque yo considero que mi tierra es Cantabria (Infinita, como dicen ahora los spots de turismo). Vamos, que soy de la opinión de que la vaca es de donde pace, no de donde nace.
En concreto yo pací (creo que se dice así) en un pueblo cercano a Santander, que gracias a la burbuja inmobiliaria, ahora se ha convertido en su ciudad dormitorio. Mis padres vivían en rompan filas (luego con los años ya las romperían del todo, pero eso lo dejo para más adelante) y sólo se veían en los fines de semana. Entre semana mi padre trabajaba en Santander, mi madre en Bilbao y yo crecía (y vaya si lo hice) a la vera de mis abuelos, en el pueblo. Creo que ahora a eso se le llamaría una familia desestructurada, pero sólo entre semana, porque los fines de semana nos juntábamos los 3, a ser felices y comer perdices, en el pisito familiar de Santander, hasta que lo vendieron.
CONTINUARÁ...
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