Íñigo, ese es el nombre de la persona por la que un día sentí algo más que amistad y que, como todo amor platónico que se precie, no fue correspondido. Era un compañero del equipo de balonmano en el que jugué en Bilbao mientras estudiaba la carrera.
En el aspecto deportivo (que lea este párrafo aquel al que le interese algo este deporte, si es que hay alguno por aquí) Íñigo jugaba de lateral derecho (igual que yo) y era el titular hasta que llegué yo y le quité el puesto, pero lejos de molestarse por ello, aceptó con humildad el quedarse en el banquillo y al final lo acabaron cambiando de posición a extremo derecho (a mi lado). Así acabamos jugando los dos codo con codo, teniendo nuestras propias jugadas y quedándonos después de los entrenamientos para practicarlas y, la verdad, en la cuestión deportiva hacíamos una buena pareja.
Estudiábamos los dos la misma carrera, pero él era un año más joven que yo y además había repetido un curso, por lo que cuando yo estaba en 5º y daba clases a los de 3º, él era alumno mío.
En una ocasión comenté por aquí que tuve un follo-alumno, pues después del primer polvo con este chico, cuando me dijo que era alumno mío y yo le contesté que no me sonaba de nada, me empezó a decir nombres de sus compañeros y resultó que era amigo de Íñigo. Yo le dije que Íñigo era compañero mío del equipo y tras el acuerdo típico de guardar la discrección, él me contó que entre los amigos tenían dudas de la acera en la que estaba Íñigo, ya que no se le conocían rolletes, novias, ni contacto con mujer de ningún tipo, a pesar de que varias le habían tirado los trastos.
Cuando fueron pasando los días, cada vez que veía a Íñigo, aquellas palabras retumbaban en mi cabeza y lo empecé a ver con otros ojos. Entre él y yo había una relación especial, él me caía de puta madre por su forma de ser, muy tímido al principio, pero majete cuando se soltaba y sobretodo, muy buena persona. Siempre me han tirado los buenazos, supongo que por eso acabé con ÉL. Íñigo yo creo que me tenía a mí un poco como modelo a seguir (parece que tengo un poco subido el ego hoy), porque me iba bien en la universidad, era profesor suyo, sabía que tenía éxito con mis ligues (aunque suponía que eran tías) y sobretodo en el balonmano le estaba enseñando muchas cosas.
La verdad es que físicamente tampoco era gran cosa, normalillo como mucho. De cara se daba un aire al triste de Álex Ubago, de hecho, ése era su mote en clase. Y de cuerpo, no estaba gordo, pero tampoco delgado; estaba en forma, pero sin marcar músculo. Donde ya definitivamente perdía del todo era desnudo. Es lo que tiene ser un deportista gay en mitad de un vestuario de tíos, que no hay nada que se pueda ocultar.
Llegados a este punto os preguntaréis que qué leches veía yo en él. Pues está claro que tenía que ser su belleza interior, jejeje.
Con el tiempo la confianza entre nosotros fue aumentando. En los entrenamientos nos metíamos mano a saco en plan "colegas heteros", claro está. Nunca pensé que en un deporte tan rudo como el balonmano se podían llegar a dar aquellas situaciones. Por mi parte aquello era con conocimiento de causa, supongo que por la suya rollo colegas sin más. Alguna vez se nos llegó a ir tanto de las manos que en una ocasión el entrenador nos dijo que por qué no nos íbamos a las duchas a echar un polvo. La verdad es que ante aquella frase delante de todo el equipo yo me quedé tan cortado que ni me fijé en cómo reaccionaba él.
Cuando nos quedábamos después de los entrenamientos practicando nuestras jugadas y nos duchábamos los dos sólos, los jueguecitos de te empujo, me pegas, tonteamos... eran habituales. Alguna vez incluso llegué a temer que la cosa se me animase demasiado, pero finalmente el autocontrol y algún chorrito de agua fría hicieron que eso no llegase a pasar.
Llegué a elaborar un plan para salir de juerga con él y sus amigos, con la excusa de que les conocía a todos de clase y funcionó... a medias. Quedamos algunos sábados después de los partidos, pero aquello provocó una comedura de tarro bastante gorda en mi follo-alumno, que pensaba que había montado todo aquello para quedar con él y entre que estaba bastante emparanoiado con su armarización y sus cosas y el pensamiento de que yo pudiese querer algo serio con él hizo que me boicotease para que dejaran de quedar conmigo.
Mi siguiente paso es más bochornoso aún. Convencí a un amigo de Santander para que le empezase a mandar mensajes desde su móvil en plan admirador secreto y ver por lo menos de que lado de la calle estaba, pero tampoco funcionó. Llegó a contestar, pero lógicamente más intrigado en saber quién era yo que en soltar nada sobre su vida.
Resumiendo, nunca llegué a tener el valor para hablar con él del tema. Llegó junio y con ese mes, el final de la liga, del curso y de mi estancia en Bilbao. A Íñigo le puse buena nota, creo que un 9 y a mi follo-alumno le suspendí. (Aclaro que ambas notas fueron totalmente merecidas). Mi follo-alumno me fue poniendo verde por ahí y me consta que Íñigo me defendió. Finalmente acabé trabajando en Madrid y perdí el contacto con ambos. Hace poco agregué a Íñigo como amigo en el Facebook y le mandé un mensaje interesándome por su vida, pero nunca tuve respuesta. Y él en el facebook tiene al follo-amigo como amigo y su perfil es público, por lo que he leído que está también en Madrid, pero paso de remover ninguna de las dos historias.
Siempre me quedaré con la duda de lo que pudo ser y no fue. Lo dicho, amor platónico.
bueno, bitxin, la verdad es que eso del amor platónico es una mierda, te agota lo mismo que el no platónico, con tanta incertidumbre, tanta duda, tanto mirar cada milimétrico movimiento pensando en si ésto o aquello significará algo o lo estarás sobrevalorando y... y encima total para nada, porque nunca se llega a rematar. O sea, un auténtico rollazo.
ResponderEliminarDicho eso, creo que es mejor pasar a la acción y dejárse de fabulas. Y sí, yo también creo que te puede el interior de la gente (pero no te preocupes, eso le pasa a casi todo el mundo, si fuera al contrario serías un materialista de mierda y para esa plaza casi hay que opositar con la de candidatos que tiene, jajaja)
una historia muy bonita :-) me imagino que estas situaciones te dejan esa incertidumbre o un sabor amargo a veces de lo que pudo ser o no pero justamente eso creo es lo que hace que te acuerdes de él con cariño... si no habría pasado a ser un ex más... o no.
ResponderEliminaryo que sé jajaja, pero me gusta como lo cuentas :-)
Besos
Uhmmm, debería retomar yo las historias de mi Darío, que no es más que mi amor platónico... yo sigo y seguiré siempre con la duda... me es suficiente con su amistad, con ir a correr con él y llevarme bien con su novia... pero la duda, la duda siempre estará ahí, aunque a veces, más que duda, son ganas de que algo se cumpla, creo yo.
ResponderEliminarY a Z, decirle, jajaja, que que cabrón, mencionando la palabra "milimétrico" cuando habla de tu Iñigo.. jajaja
Bicos Ricos
Yo me enamoré en el instituto, pero evidentemente no dije nada de nada, porque no era el momento ni mi situación personal era la adecuada. me gusta eso de que te enamoraras de el no por su fisico, sino por su interior. Al final, es con lo que nos quedamos, no.
ResponderEliminarBesos.
Z, pues sí es mejor pasar a la acción, pero mientras tanto, el platónico te tiene entretenido.
ResponderEliminarAdrianos, siempre lo recordaré con cariño. Supongo que ya pasó la amargura de pensar en qué podía haber ocurrido.
Pimpf, si Darío tiene novia, creo que lo llevas un poco crudo. Yo en ese sentido lo tenía más fácil o más dudoso, por lo menos.
Kotei, bienvenido a estos lares. Efectivamente soy como la Virgen de los Desamparados (Menos mal que afortunadamente ni lo uno, ni lo otro, jejeje)
Besos para todos!!!
Que preciosidad de post, yo la verdad es que como soy un poco bicho raro nunca he tenido un amor platónico. En cambio si he sido para alguno que otro un amor de esos de "ahora te idealizo pero como me das calabazas paso a odiarte profundamente y me dedico a echar mierda", y te puedo asegurar que eso es una fatiga, sobre todo cuando consiguen que mucha gente te dé de lado.
ResponderEliminarBesos.