lunes, 29 de septiembre de 2014

Érase unos abuelos

Nunca he sido activista de los movimientos LGTB. Nunca he estado en ninguna asociación, ni he participado de forma activa en "el movimiento". Lo más parecido que he hecho en este sentido es desfilar en un par de ocasiones en la parte reivindicativa de la marcha del orgullo gay de Madrid, acompañando a una asociación a la que pertenecían los amigos de unos amigos. Pero tengo que reconocer que era más por la fiesta que por otra cosa.

Ahora estoy comenzando a integrarme en un proyecto, que aunque tiene un fin muy concreto, también dedica parte de sus esfuerzos al colectivo LGTB en general y en concreto, ayer nos acercamos hasta una asociación de mayores.

Para mí que estoy atravesando una situación personal en la que me encuentro más sensible y vulnerable, esta visita supuso un momento de reflexión e introspección. Los "yayos" que allí nos encontramos se han tenido que enfrentar al rechazo de sus familias, a la estigmatización social, a la persecución policial, a una enfermedad desconocida que se llevaba a sus amigos y amantes y en los últimos días de su vida, a la soledad y el olvido.

Si vivimos en una sociedad que arrincona a los mayores como trastos viejos, más cruel es con aquellos que son Gays y Lesbianas. A la mayoría, sus propias familias les dieron la espalda hace años. Por razones obvias no pudieron tener descendencia y ahora van perdiendo a los pocos amigos que el SIDA les dejó.

Los jóvenes no somos conscientes de lo afortunados que somos tanto en temas legislativos como de aceptación social, por lo menos, los que vivimos en las grandes ciudades de España. Y tampoco somos conscientes de que los que hoy somos jóvenes, acabaremos un día siendo mayores. Y ojalá que lleguemos a viejos, no me entendáis mal, pero tenemos que ser conscientes de que ese día llegará.

Lo que está un poco más en nuestra mano es ver en qué condiciones llegaremos y en ese punto es donde mi sensibilidad afloró. Yo hasta hace nada, me veía envejeciendo con ÉL, casados (aunque eso es lo de menos) y con hijos. Sí, aunque los niños nunca me han gustado, ya lleva un tiempo sonando la alarma de mi reloj biológico y estaba decidido a ser padre.

Ahora todos los planes se han desmoronado como un castillo de naipes y me han dejado sepultado entre los escombros, ya que aunque había señales previas al terremoto, yo no quería verlas.

Esta experiencia me ha servido para abrir los ojos y darme cuenta que tengo que salir de esos escombros. Además, me siento afortunado, porque sé que cuento con el apoyo de mis amigos, que han reaparecido en mi vida como por arte de magia, en el momento oportuno. Y también me siento muy afortunado por la cantidad de gente que estoy conociendo en este proyecto del que ya contaré más cosas, pero que me han recibido con las puertas abiertas.

Muchas gracias a todos y gracias también a estos "abuel@s" que además de compartir sus experiencias vitales con nosotros, también nos dieron de comer muy bien.

2 comentarios:

  1. Anda... quién sabe si pronto esté yo en ese proyecto. Chuchi, lo de los yayos es de admirar, lo que han vivido y lo que siguen viviendo. Yo me imagino en un futuro, solo, y me deprimo un montón, espero llegar, pero quién sabe....

    Bicos ricos

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    1. Ya te he dicho que lo primero es lo primero... pero lo segundo está ahí esperándote con los brazos abiertos.

      Un beso!!

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