lunes, 6 de agosto de 2012

Érase una adopción (I)


Interrumpimos la emisión de la programación habitual en la que se venía hablando de nuestro crucero, para dar paso a una noticia de última hora: ya hemos ampliado la familia.

El sábado tuvimos una cita en la protectora ALBA para realizar una entrevista de idoneidad para la adopción. Y se vé que la pasamos, porque ya tenemos a Lufo entre nosotros.

ÉL siempre ha querido tener perro, pero hasta ahora, como siempre habíamos estado de alquiler, pensábamos que no era el momento. Yo, hasta estar con ÉL, ni siquiera me lo había planteado, pero la verdad es que de tanto oírselo, ha conseguido que me ilusionara con el tema.

Además, con el tipo de vida que llevamos, más diurna que nocturna, más casera que de salir, más de campo que de ciudad, creemos que un perro puede encajar bien con nosotros.

Al final se han juntado tres circunstancias, una es que ya tenemos piso en propiedad (compartida con el banco, claro), otra es que ahora trabajo desde casa y la tercera es que acabamos de volver de vacaciones, pero al seguir en verano, todavía seguimos los dos con jornada reducida. Así que creímos que el momento era el oportuno y nos pusimos manos a la obra.

El proceso no ha sido tan sencillo como podíamos pensar. Primero contactamos por email con una protectora en cuya web vimos un cachorrillo que nos interesó. Nos contestaron que estaban muy liados, que esperásemos un par de días a que se pusieran en contacto con nosotros, recalcando que no llamásemos, porque no podrían atendernos. Pasó el tiempo y nunca más se supo. A la semana el cachorro ya figuraba como adoptado.

A continuación, contactamos con otra protectora, pero esta vez sin ver ningún animal en concreto por la web, para no hacernos ilusiones. Quedamos para un sábado, pero cuando llegamos allí, ni nos abrieron la puerta. Nos dijeron que estaban en cuarentena porque habían detectado un brote de una enfermedad en un perro y no sabían si el resto se podía haber contagiado, pero a su vez, nos daban largas cuando les hablábamos de volver cuando acabase la cuarentena. Sospechamos que el problema vino cuando vieron que la pareja con la que habían quedado era de dos chicos. Por cierto, investigando sobre la enfermedad que nos pusieron como excusa, resulta que es hereditaria, no contagiosa.

Para darnos largas, nos dijeron que probásemos con la perrera municipal del Ayuntamiento de Madrid. Y lo intentamos, pero había que pedir cita previa y cuando lo intentamos, resultó que al ser funcionarios (un saludo a todos los funcionarios, antes de que nadie se rebote y acabe esto como lo de Marta Sánchez) en verano sólo trabajan de lunes a viernes por la mañana, así que no podíamos ir.

Hasta ese momento me había encargado yo del tema, pero como ya estaba bastante desilusionado, tomó el relevo ÉL y buscó más protectoras. En la página web de una de ellas se enamoró de un animal de 2 añitos, que estaba en acogida, por lo que ya estaba perfectamente educado y listo para unos novatos como nosotros. Contactamos con ellos, aclarándoles el perro que nos interesaba y quedamos para el pasado sábado.

Nos dijeron que el proceso era más lento, que primero nos tenían que hacer una entrevista, después ver nuestra casa y si todo lo veían bien, ya nos pondrían en contacto con la casa de acogida. Pero que no nos preocupásemos que el perro estaba disponible y esperándonos.

Al llegar al sitio (por cierto, por un camino de cabras) nos encontramos que estaba allí el perro que nos interesaba, así que pensamos que lo habían llevado por nosotros.

Hicimos la entrevista con Mónica, una de las voluntarias y fue super simpática con nosotros, informándonos muy bien de todo y declarándonos aptos. Al preguntarle sobre el perro que nos interesaba, que estaba allí al lado, nos dijo que no le conocía, pero se fue a informar.

Pues zás, la primera en la frente. Resulta que el perro estaba allí porque se lo iban a llevar a una familia de Alemania, pero a su vez, los propietarios que lo tenían en acogida, se querían quedar con él porque decían que era genial, pero les estaban diciendo que ya era tarde y estaban en plena llorera. Un cuadro, vamos.

La cara de ÉL era un poema. Primero se había enamorado del bicho por la web, luego habíamos visto que estaba perfectamente educado y que era ideal para unos novatos y finalmente el verlo en carne y hueso. Al decirle que no iba a ser para nosotros, estoy seguro que habría querido largarse llorando de allí. Menos mal que no lo hizo.



3 comentarios:

  1. Qué bonito! Me alegro de que las cosas os vayan muy bien!!

    Besazos!!

    ResponderEliminar
  2. Madre mía, en Galicia yo creo que es mucho más sencillo adoptar un perro, por lo que he visto, seguro que en Cantabria también. Bueno, espero la segunda parte, para ver cómo quedó todo.

    Bicos ricos

    ResponderEliminar