jueves, 17 de enero de 2013

Érase unas navidades (la parte buena)


Después de pasar las fiestas de Nochebuena y Navidad en Cantabria, tocaba pasar el resto de las fiestas en familia, es decir, con ÉL y con Luffo, pero no en casa, sino de vacaciones, con la casa con ruedas.

El destino elegido: Murcia, una región que cuanto más voy descubriendo, más me gusta.

Comenzamos nuestras vacaciones en el Parque Natural de Sierra Espuña. Establecimos nuestro campo base en la Ermita de Santa Eulalia, cercana a la localidad de Totana. Ahí pasamos la primera noche y al día siguiente Luffo y yo aprovechamos para hacer un par de rutas de senderismo por ese parque natural.

La segunda noche nos trasladamos hasta unas pozas termales al aire libre, cerca del pueblo de El Saladillo. Estas ya las conocíamos de viajes anteriores. Yo me dí un bañito en solitario en las termas por la noche, aprovechando la luz de la luna llena.

Al día siguiente, nos dimos un nuevo baño, esta vez los dos, con Luffo correteando alrededor de las pozas. Coincidimos con un grupo de chavales de Valencia muy majos, que eran de una escuela de yoga y que trataron de enseñarnos alguna postura, sin ningún éxito, ya que ni ÉL ni yo, nos caracterizamos por nuestra flexibilidad, jejeje.

De ahí nos trasladamos a las calas nudistas de Mazarrón, también un lugar conocido ya para nosotros. Ahí aproveché para estrenar el nuevo kayak que me he comprado, bastante más profesional que el anterior, pero al que todavía tengo que coger el truco, ya que me dí varios remojones involuntarios.

También tuvimos el acontecimiento más surrealista de nuestras vacaciones. Tocaba darse una ducha para quitarnos la mugre y por no montar la de dentro de la casa con ruedas, que es un engorro, y aprovechando que estábamos en unas calas nudistas, decidimos ducharnos fuera de la furgo, sacando el grifo por la ventanilla. Y en esas estaba yo, cuando apareció un viejo en pelotas que se puso a cascarse una paja a unos 20 metros de mi, sin ningún tipo de pudor. En fin... espero que lo disfrutara.

En estas calas pasamos dos noches, la de NocheVieja y la de Año Nuevo. El problema es que hasta ahí no llegaba la señal de televisión, así que en NocheVieja nos subimos a cenar y ver las campanadas a lo alto de un acantilado cercano. Y creo que esta NocheVieja ha sido la más romántica y bucólica que he tenido en mi vida. Acompañado de mi verdadera familia: ÉL y Luffo, alejados de la civilización y entrando en el nuevo año con vistas al mar iluminado por la luna casi llena y con el ruido de las olas como sonido ambiente.

El día de Año Nuevo lo pasamos tranquilamente en la playa y el que más disfrutó fue el perro corriendo libremente por la arena, aunque sin acercarse para nada al agua. Parece que le tiene miedo, veremos si en verano se atreve a meterse.

Al día siguiente tocaba regresar a la civilización para hacer una parada técnica. Nos fuimos a un área para autocaravanas de la ciudad de Cartagena, donde aprovechamos para llenar la despensa en un supermecado cercano, vaciar los depósitos de aguas sucias y llenar los de limpias, recargar las baterías de electricidad y darnos una ducha en condiciones, libre de pajeros.

En Cartagena aprovechamos para visitar unas antiguas instalaciones militares en Cabo Tiñoso y para estrenar mis patines todoterreno en un parque inmenso cercano al área de autocaravanas.

De Cartagena nos fuimos hasta el último destino de nuestras vacaciones: el entorno del Cabo de Palos. Allí visitamos el faro del mismo nombre, desde el que se contempla la aberración urbanística de La Manga del Mar Menor. Estuvimos un rato viendo como hacían WindSurf y KiteSurf, visitamos algunas calitas solitarias y cuando ya estaba anocheciendo, decidimos plantar el huevo en una llamada Cala Reona, junto a otras furgonetas y autocaravanas, que siempre dan más seguridad.

Al día siguiente Luffo y yo volvimos a tener una jornada de senderismo: desde Cala Reona hasta el Parque Natural de Calblanque, recorrido por el parque y vuelta al campamento base. A lo tonto, a lo tonto, fueron 4 horas casi sin parar y el pobre perro llego medio tambaleándose, pero llegó, como un campeón.

Por la tarde, el vecino de al lado, que eran otra pareja de furgoneteros con perro, sacó un kayak y se echó a la mar, así que me entró la envidia y decidí hacer lo mismo.

Como cuando salí del mar ya estaba anocheciendo, decidimos pasar la última noche allí mismo y ya al día siguiente tocaba volver a la casa sin ruedas y poner fin a nuestras vacaciones.

2 comentarios:

  1. Uffff, mira, yo esto del nudismo lo tengo abandonado, que ya sabes que por el norte hay fechas y fechas para estas cosas.

    Bueno, me ha parecido muy bonita la forma de empezar el año, aunque no sé yo si la cambiaría por mi nochevieja en familia y luego con los amigos, soy taaaaan clásico.

    Bicos ricos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya me conoces, me cuesta poco despelotarme, así que a la mínima oportunidad ropa fuera.

      Si yo tuviese amigos o familia con quien pasar estas fiestas en plan anuncio de turrones, no te quepa duda que lo haría así.

      Un beso!!

      Eliminar