jueves, 9 de agosto de 2012

Érase un crucero: Las cenas

Después de la interrupción, por la noticia de la adopción de Luffo, seguimos con el relato del crucero, como siempre, desde el punto de vista de dos novatos en ese mundillo.

Al igual que no pudimos elegir el camarote, pero la jugada nos salió redonda, tampoco pudimos elegir el turno de cena, ni la mesa y en ese caso, sí que salimos perdiendo.

Había dos turnos de cena, a las 19:30h y a las 22:00h. Nos asignaron el primero, que a priori, parecía más un horario para merendar que para la cena.

La cena en los cruceros, por lo visto, es el único evento diario formal. El desayuno es buffet en todos los restaurantes. Para la comida, hay restaurantes buffet y otros a la carta, pero llegas a la hora que quieres y te sientas donde haya sitio. En cambio la cena tiene una hora de entrada, los 15 primeros minutos a partir de la hora indicada y tienes una mesa asignada, a compartir con otras personas.

Cuando nos dijeron que estábamos en el primer turno, valoramos el pedir un cambio para el segundo, por si había plazas, pero al final no lo hicimos. Gran error. No por la hora, sino por la compañía que nos tocó. El motivo para no pedir el cambio fue que como teníamos todos los días excursiones, íbamos a desayunar muy pronto, volveríamos a mediodía y comeríamos pronto y el horario de la cena sería un poco más lógico.

También estaba el tema de los espectáculos. En el barco, además de las actividades de animación, había cada día un gran espectáculo en dos pases y estábamos interesados en verlos casi todos. Los del primer turno de cena, primero cenábamos y luego veíamos el espectáculo, mientras que los del segundo turno, primero tenían el espectáculo y luego cenaban. Nos parecía más lógica la primera opción: ver el espectáculo ya cenados, tomándonos una copa, o dos, o.... muchas. ¡¡Viva el todo incluido!!

Bueno, pues al final no pedimos el cambio de turno, y el primer día llegamos a las 19:35h al restaurante y nuestro camarero, tocayo mío, nos acompañó a nuestra mesa. Era una mesa alargada para 8 personas y ya estaba esperándonos allí el primer comensal. Era un chico más o menos de nuestra edad y al preguntarle si estaba sólo nos dijo que su acompañante no había podido ir, así que dejamos un hueco libre a su lado, pensando que otro día vendría a la cena y nos sentamos a continuación, en el mismo lado de la mesa. Y esperamos a los demás comensales.... y esperamos... y esperamos y..... no vino nadie más.

Aquella cena vista desde fuera debía ser un cuadro: un tío sólo en un extremo de la mesa y otros dos en el otro extremo del mismo lado y al frente nadie. Tratamos de entablar conversación con él, pero la postura no era muy cómoda y tampoco el chico ponía mucho entusiasmo, así que prácticamente cenamos a nuestra bola, como si estuviésemos solos en la mesa.

Como íbamos los dos solos, la verdad es que teníamos la esperanza de conocer gente y hacer amistad en la mesa, pero nada. Normalmente colocan a la gente por edad o situación similar, es decir, familias con familias, grupos de amigos con grupos de amigos, jubilados con jubilados, así que nos debería haber tocado una mesa de parejas jóvenes, similar a las que teníamos a ambos lados.

La verdad es que durante todo el crucero nos dieron mucha envidia los de esas mesas, porque se ve que congeniaron muy bien e hicieron amistad, porque luego les veíamos juntos en la discoteca o los bares. En cambio a nosotros nos había tocado el seta este. Que la verdad, no estaba mal, pero o era soso o le faltaba un verano o las dos cosas.

Cada día encuentras en el camarote el periódico con las instrucciones para todo el día. Horas de atraque y de vuelta a bordo, orden de desembarque, actividades de animación, etiqueta para la cena... El primer día, la vestimenta para la cena era informal, pero en las instrucciones ponía claramente que a cenar había que ir en pantalón largo. Pues nada, el chico este en bañador y chanclas ¿¿¿???

La segunda noche era la cena de gala. En todos los cruceros hay un día en el que hay que emperifollarse, y el capitán viene al restaurante para hacer un brindis y presentar a los oficiales. Nosotros nos llevamos camisas y pantalones de vestir para esta ocasión, pero sin llegar al traje y corbata. Pues al llegar al comedor, nos encontramos que de nuevo estaba sólo nuestro compañero de la noche anterior y en vaqueros y camiseta.

A nuestro alrededor, el resto de gente se notaba que estaba más o menos arreglada. Muchos y, sobretodo muchas, de auténtica gala, pero sin duda, el único en camiseta, nuestro acompañante. Esta vez, decidimos sentarnos justo en frente suyo, para tratar de entablar conversación. Pero de nuevo no se le veía muy por la labor.

Conseguimos sacarle que había reservado para venir con su novia, pero que acababan de cortar y ya que le iban a cobrar todo el viaje si lo cancelaba, había decidido venirse sólo. Al oír esto, nos esforzamos todavía más en tratar de animarle y hablar con él, pero pasaba de nosotros. Sólo estaba pendiente de su móvil y le debíamos incomodar, porque en cuanto sirvieron el postre, se largó.

La siguiente noche era la cena tropical y los camareros al final hacían un show y empezaban una conga gigante con todos los comensales. Pues nada, al traer el postre se lo engulló y se largó. Ya habíamos quedado ÉL y yo en que esa sería la última oportunidad en intentar un acercamiento. Lo intentamos, pero todo seguía igual o peor. Pasando de nosotros. Incluso habíamos hablado entre nosotros de invitarlo a que se viniese a tomar algo después de la cena, pero no hubo oportunidad.

Cuando nos quedamos solos, mientras esperábamos a que el resto de mesas acabase (obviamente tardaban mucho más que nosotros, porque eran más y charlaban), para ver el baile de los camareros, nuestro camarero se acercó y nos dijo que sentía nuestra situación y que lo había comprobado y deberíamos ser 4 parejas jóvenes, pero las otras dos habían pedido el cambio de turno y nuestro compañero estaba desparejado.

El resto de noches no fuimos a cenar al restaurante asignado, fuimos a un pequeño buffet que se organizaba junto a las piscinas y aunque estaba prácticamente desierto, por lo menos no había los silencios incómodos que habíamos tenido las noches anteriores. Podíamos estar a nuestro aire y comer lo que quisiésemos.

La última noche volvimos al restaurante para despedirnos, más que de nuestro acompañante, de los camareros, que habían sido muy majos. Tratamos de hablar con el chico sobre las cosas que habíamos hecho en el crucero, pero a todo nos decía que el no había ido. Ni excursiones, ni animación, ni espectáculos, ni bares... así que adiós muy buenas.

De verdad que nos esforzamos todo lo que pudimos en que estuviese a gusto, pero no hubo manera.

martes, 7 de agosto de 2012

Érase una adopción (II)


Continuando con el proceso de adopción que empecé a contar ayer, nos habíamos quedado en que estábamos en una protectora, bastante hundidos porque no nos iban a entregar el perro que queríamos y que estaba delante nuestro.

Sin darnos tiempo para reaccionar, nos pasaron a los recintos donde tienen a todos los perros, pero estábamos tan desilusionados que nos entró un agobio horrible al ver a tanto perro junto.

Por suerte, llamaron a Mónica para que se ocupase de otra tarea y se encargó de nosotros una de las jefas de la protectora, que nos llevó otra vez a la oficina, para casi volver a repetir toda la entrevista y charlar un poco con nosotros. Yo creo que lo hicieron al ver cómo estábamos.

Después nos volvió a llevar con los perros y nos dijo que fuésemos viendo y que luego le dijésemos cuál queríamos, pero con esta mujer todo fue bastante frío. Por el camino, ninguno de los perros conseguía que nos olvidásemos del que estaba fuera.

También la llamaron para ocuparse de otra cosa y la sustituyó una tercera persona, María otra voluntaria, que sólo nos preguntó que tipo de perro queríamos. Contestamos por tercera vez que mediano, joven pero sin llegar a cachorro, atlético y de pelo corto y ya se centró en enseñarnos sólo ese tipo de perro. Además ella sí que conocía bien a todos los perros. Se notaba por todas las explicaciones que nos daba de cada uno de ellos, de cómo se portaban, como habían llegado hasta allí, edad, tiempo que llevaban...

Ella nos propuso a sus dos preferidos y nosotros vimos a dos que nos gustaron y que resultaron ser hermanos. Primero paseamos por el patio a sus dos preferidos y cuando dijimos que nunca habíamos paseado a un perro, nos estuvo enseñando trucos y consejos y nos ayudó mucho. La lástima es que aquellos perros pasaban de nosotros y en el paseo tiraban demasiado, así que decidimos cambiar.

Cuando nos sacó los hermanos que nos gustaron a nosotros (un macho y una hembra) todo fue distinto. Nada más llegar con nosotros ya se tiraron al suelo esperando a que les hiciésemos mimos y el paseo fue genial con ellos. Incluso estuve corriendo un poco con cada uno de ellos, que es una de las cosas que me gustaría hacer con el perro. Seguían el paso perfectamente, parecía que llevase toda la vida con ellos.

Ahora llegó el dilema, escoger entre el macho y la hembra. Todas las personas que pasaban por nuestro lado nos decían que estábamos de foto familiar, los dos con los dos perros y nos insistían bastante en llevarnos los dos. La verdad es que fue un poco agobiante, pero bueno, ya hablando un poco más en serio con María, nos dijo que si nos daba lo mismo, a ellos normalmente les cuesta menos dar en adopción a las hembras, así que adjudicado, nos quedamos con el macho.

Si recordáis el proceso que me dijeron, se suponía que tenían que ver la casa y al preguntárselo, nos dijeron que sí, que ellos nos llevaban al perro, veían la casa y si todo estaba en orden ya se quedaba con nosotros. Y que lo harían aquella misma tarde.

Como nos habían dicho que el proceso era muy lento, no teníamos nada preparado, así que de vuelta a casa tuvimos que parar a comprar lo básico: comedero y bebedero; collar, arnés y correa; comida y cama y algún juguete.

La compra la hicimos a la velocidad del rayo, tanto que tuvimos que volver después a cambiar la talla del collar y del arnés. Pero aún así, cuando llegamos a casa acababa de aparcar la furgoneta de la protectora. Hablamos con ellos para que esperasen un poco a que subiésemos todos los trastos y nos organizásemos y en 5 minutos ya estaban ellos y el perro con nosotros en el piso.

Sobre el piso, no hicieron ningún comentario. Fuimos directamente a los papeleos: Cartilla, contrato, chip identificativo... Se daba por hecho que Lucano, que es como se llamaba el perro en la protectora, iba a quedarse con nosotros.

A nosotros el nombre nos parecía muy largo y Luca o Luck no nos acababa de convencer, así que decidimos rebautizarlo como Lufo. Y sin más, aquí os lo presento:


lunes, 6 de agosto de 2012

Érase una adopción (I)


Interrumpimos la emisión de la programación habitual en la que se venía hablando de nuestro crucero, para dar paso a una noticia de última hora: ya hemos ampliado la familia.

El sábado tuvimos una cita en la protectora ALBA para realizar una entrevista de idoneidad para la adopción. Y se vé que la pasamos, porque ya tenemos a Lufo entre nosotros.

ÉL siempre ha querido tener perro, pero hasta ahora, como siempre habíamos estado de alquiler, pensábamos que no era el momento. Yo, hasta estar con ÉL, ni siquiera me lo había planteado, pero la verdad es que de tanto oírselo, ha conseguido que me ilusionara con el tema.

Además, con el tipo de vida que llevamos, más diurna que nocturna, más casera que de salir, más de campo que de ciudad, creemos que un perro puede encajar bien con nosotros.

Al final se han juntado tres circunstancias, una es que ya tenemos piso en propiedad (compartida con el banco, claro), otra es que ahora trabajo desde casa y la tercera es que acabamos de volver de vacaciones, pero al seguir en verano, todavía seguimos los dos con jornada reducida. Así que creímos que el momento era el oportuno y nos pusimos manos a la obra.

El proceso no ha sido tan sencillo como podíamos pensar. Primero contactamos por email con una protectora en cuya web vimos un cachorrillo que nos interesó. Nos contestaron que estaban muy liados, que esperásemos un par de días a que se pusieran en contacto con nosotros, recalcando que no llamásemos, porque no podrían atendernos. Pasó el tiempo y nunca más se supo. A la semana el cachorro ya figuraba como adoptado.

A continuación, contactamos con otra protectora, pero esta vez sin ver ningún animal en concreto por la web, para no hacernos ilusiones. Quedamos para un sábado, pero cuando llegamos allí, ni nos abrieron la puerta. Nos dijeron que estaban en cuarentena porque habían detectado un brote de una enfermedad en un perro y no sabían si el resto se podía haber contagiado, pero a su vez, nos daban largas cuando les hablábamos de volver cuando acabase la cuarentena. Sospechamos que el problema vino cuando vieron que la pareja con la que habían quedado era de dos chicos. Por cierto, investigando sobre la enfermedad que nos pusieron como excusa, resulta que es hereditaria, no contagiosa.

Para darnos largas, nos dijeron que probásemos con la perrera municipal del Ayuntamiento de Madrid. Y lo intentamos, pero había que pedir cita previa y cuando lo intentamos, resultó que al ser funcionarios (un saludo a todos los funcionarios, antes de que nadie se rebote y acabe esto como lo de Marta Sánchez) en verano sólo trabajan de lunes a viernes por la mañana, así que no podíamos ir.

Hasta ese momento me había encargado yo del tema, pero como ya estaba bastante desilusionado, tomó el relevo ÉL y buscó más protectoras. En la página web de una de ellas se enamoró de un animal de 2 añitos, que estaba en acogida, por lo que ya estaba perfectamente educado y listo para unos novatos como nosotros. Contactamos con ellos, aclarándoles el perro que nos interesaba y quedamos para el pasado sábado.

Nos dijeron que el proceso era más lento, que primero nos tenían que hacer una entrevista, después ver nuestra casa y si todo lo veían bien, ya nos pondrían en contacto con la casa de acogida. Pero que no nos preocupásemos que el perro estaba disponible y esperándonos.

Al llegar al sitio (por cierto, por un camino de cabras) nos encontramos que estaba allí el perro que nos interesaba, así que pensamos que lo habían llevado por nosotros.

Hicimos la entrevista con Mónica, una de las voluntarias y fue super simpática con nosotros, informándonos muy bien de todo y declarándonos aptos. Al preguntarle sobre el perro que nos interesaba, que estaba allí al lado, nos dijo que no le conocía, pero se fue a informar.

Pues zás, la primera en la frente. Resulta que el perro estaba allí porque se lo iban a llevar a una familia de Alemania, pero a su vez, los propietarios que lo tenían en acogida, se querían quedar con él porque decían que era genial, pero les estaban diciendo que ya era tarde y estaban en plena llorera. Un cuadro, vamos.

La cara de ÉL era un poema. Primero se había enamorado del bicho por la web, luego habíamos visto que estaba perfectamente educado y que era ideal para unos novatos y finalmente el verlo en carne y hueso. Al decirle que no iba a ser para nosotros, estoy seguro que habría querido largarse llorando de allí. Menos mal que no lo hizo.



viernes, 3 de agosto de 2012

Érase un crucero (II)


Bueno pues una vez que llegamos al barco, como todavía no teníamos las maletas con nosotros, decidimos que lo mejor era comer, antes de que embarcara toda la marabunta.

La noche anterior, estuvimos hasta última hora haciendo las maletas, así que no pudimos ni cenar. Tampoco habíamos desayunado, así que estábamos caninos. Pues nada, otro fallo de catetos. Como no conocíamos el barco, nos metimos en el primer restaurante que encontramos, de los muchos que tenía el barco. Obviamente, resultó que era el peor. No tenía ni postres. Nos enteramos después de que era el bar en el que se servían las meriendas.

Después de medio comer, seguimos con la vuelta de reconocimiento por el barco y encontramos un buffet que tenía muchísima mejor pinta, así que había que empezar a aprovechar eso del todo incluído y allá que entramos a terminar de comer.

Bueno, creo que realmente no dejamos de comer y beber desde que embarcamos en Barcelona, hasta que volvimos a desembarcar, que lógicamente lo podíamos haber hecho rodando.

Fuimos al camarote y nos dimos cuenta de que con eso de no haberlo podido escoger y supongo que viendo dos nombres de chicos, nos habían dado uno con dos camas. Pero estábamos muy arriba (9ª cubierta) con un pedazo de ojo de buey, aunque no lo parezca en la foto es mucho más grande que el típico redondo que tenían los de las cubiertas más bajas y con bastante espacio para movernos.


Aunque ese no fue el camarote en el que nos quedamos. Al hacernos la tarjeta de embarque, habíamos visto un cartel en el mostrador que decía que por muy poco dinero podíamos mejorar la categoría de nuestro camarote, así que fuimos a recepción a informarnos. Más por pasar el rato que por otra cosa y pensando que, como nuestro camarote era de la mejor categoría, nos cobrarían un ojo de la cara por mejorarlo. Pues resultó que el precio irrisorio que ponía en el cartel era para subir una categoría, independientemente de cuál fuera. La categoría siguiente a la nuestra ya pasaba de camarote a suite, en nuestro caso "Suite junior con balcón privado" y decidimos que para una vez que hacíamos un crucero, estaría muy bien hacerlo a lo grande, así que pedimos el cambio en recepción.

Enseguida llamaron al que sería nuestro mayordomo durante el viaje para que nos acompañara a verlo y valorásemos si nos interesaba el cambio. Y nada más abrirnos la puerta, nuestros ojos abiertos como platos ya debían delatar que íbamos a pedir el cambio.

Las mejoras: una cubierta más arriba (por lo visto, en un barco esto es importante), balcón privado con dos tumbonas y una mesita, una cama de matrimonio King-size, un sofá cama, mesa de comedor, tocador, bañera enorme en vez de plato de ducha, zapatillas y albornoces con cambio diario, una tele más grande que la de mi casa, mayordomo...

Pues finalmente, esta fue nuestra suite.


jueves, 2 de agosto de 2012

Érase un crucero (I)

Hoy voy a hablar sobre las estupendas vacaciones que hemos disfrutado. O, por lo menos, voy a empezar a hablar sobre ellas, porque intuyo que me va a salir más de un post.

Siempre es conveniente empezar por el principio, porque si no, podríamos confundir la cara con el culo y no quiero que me llaméis caraculo. En este caso, el principio son los preparativos del viaje.

Teníamos pensadas varias opciones de viajes, todas ellas con la casa con ruedas. Pues resulta que un día, hablando sobre nuestras vacaciones con mi jefa, me comentó que tenía un contacto en una agencia de viajes que le había soplado que habría una oferta de última hora muy buena para un crucero.

Lo comenté con ÉL y nos pareció que después del año que llevábamos liados con las reformas, nos merecíamos un viaje más descansado que los que hacemos con la casa con ruedas, así que pillamos esta oferta, que como digo estaba muy bien de precio.

Se trataba de un crucero por el Mediterráneo occidental, con salida y retorno a Barcelona y escalas en Túnez, Nápoles, Roma, Florencia y Mónaco en régimen de todo incluído. Una gozada, vamos.

Pero como siempre, tenía letra pequeña, en este caso la condición era que no podíamos elegir camarote, ya que sería la Naviera la que nos asignaría uno a su antojo. Nos temíamos que nos iba a tocar uno interior por debajo de la línea de flotación del barco, pero cual sería nuestra sorpresa cuando nos llegó la documentación definitiva y comprobamos que nos habían dado el mejor camarote posible, uno de la categoría "Camarote Exterior Gran Lujo", que no sabíamos exactamente cómo sería, pero sonaba bien.

La cosa empezaba bien, pero no todo, porque por ahorrarnos unos euros, en lugar de pillar un AVE a Barcelona, que nos habría salido por un ojo de la cara, decidimos viajar en el tren nocturno. Sin duda este fue el gran error del viaje. ¡¡A Dios pongo por testigo que nunca más viajaré en un tren toda la noche!!

Después de un horror de viaje en el que apenas pegamos ojo, llegamos a Barcelona a primera hora y pusimos rumbo al puerto. Ya teníamos ante nosotros nuestra casa para los próximos 7 días y la verdad es que un bicharraco de estos visto desde justo debajo, impone mucho. De hecho, no hubo forma de sacar una foto en la que saliese el barco completo.


Había leído por Internet que el embarque es un proceso bastante más largo que el de los aviones, que ya es decir, así que me empapé de todos los consejos que daban y conseguimos ser de los primeros en embarcar y eso a pesar de no haber podido hacer el papeleo por internet, debido a que contratamos a ultimísima hora.

Como para nosotros ha sido el primer crucero, supongo que la crónica me quedará un poco de paletos, ya que por ejemplo os diré que yo pensaba que las maletas estarían con nosotros todo el tiempo. Pues no, al igual que en los aviones, en los cruceros hay que dejarlas en el mostrador de facturación y confiar en que estarán en el camarote dos horas después de zarpar. Afortunadamente, estuvieron.

El hecho de subir de los primeros al barco, nos permitió poder fotografiar la cubierta de las piscinas casi vacía, algo que no volveríamos a ver en el resto del viaje.



miércoles, 1 de agosto de 2012

Érase la vuelta al trabajo

Hay que ver lo rápido que pasa el tiempo cuando estás de vacaciones. Parece mentira, pero ya han pasado 3 semanas y ya estoy de nuevo de vuelta al curro y a la monotonía.

Bueno, de vuelta, lo que se dice de vuelta, llevo ya bastante tiempo, porque nuestro crucero fue hace ya 2 semanas, y desde entonces hemos estado en nuestro recién estrenado piso, terminando con las chapucillas pendientes y ya lo puedo decir oficialmente y gritar bien fuerte, porque con lo que hemos sufrido, la noticia lo merece: ¡¡YA ESTÁ LA MUDANZA TERMINADA!!

Ya terminaron los meses de obras, de mirar/comprar/transportar/montar muebles, de embalar/transportar/desembalar trastos, de discutir por cuestiones del nuevo piso, de malvivir entre escombros... Una cosa menos, que alivio.

Y ahora toca vuelta a la realidad, vuelta al trabajo. La verdad es que esta vuelta al trabajo está siendo bastante llevadera. Tengo a todos los jefes de vacaciones, estoy con horario reducido y trabajando desde casa, así que de momento no hay ni rastro de la depresión post-vacacional.

En las vacaciones me ha quedado una casilla pendiente de marcar, la visita a mi tierra y a mi gente. En lo que llevamos de 2012 todavía no he aparecido por allí y ya voy teniendo muuucha morriña. De este mes no pasa, me tengo que dejar caer por allí.

El problema es que ahora mismo tenemos otro asunto entre manos y a ver cuando puedo sacar tiempo para visitar a la familia y los amigos. El asunto en cuestión que nos tiene ahora mismo ocupados es el aumento de la familia, pero es un proceso burocrático más largo de lo que pensaba. El sábado empezaremos los trámites con la entrevista de idoneidad, así que a ver si nos consideran aptos para la adopción. Ya os iré contando.

La entrada de hoy quiero que quede breve, ya que los psicólogos recomiendan que las vueltas de vacaciones sean progresivas, así que he pasado un poco de puntillas por varios temas que ya iré contando más en detalle en próximas entradas.